Con “Berlín. Ciudad de
Luz” (Astiberri, 2018) de Jason Lutes, llego al final de mi viaje, tras pasar
por “Ciudad
de piedras” y “Ciudad
de humo”. Ha sido un recorrido que me ha dejado un sabor, ciertamente, agridulce.
“Ciudad de Luz” cierra un
ciclo de veintidós años de trabajo, que condensa cinco años de la historia de
Berlín, quizás los cinco años más estremecedores de su convulsa historia, ya
que, por las páginas de Lutes, a través de sus viñetas, la hemos visto caer,
poco a poco, en al abismo de la radicalidad política, desde 1928, hasta este
1933 que cierra nuestra Historia.
El periodista Kurt
Severing anda depresivo por las calles. No habla con nadie. No quiere saber
nada sobre nada. Las investigaciones de los asesinatos del Primero de Mayo de
1929, aquellas cargas policiales, y la radicalización de los berlineses, le han
sumido en un pozo interior. Su relación con Martha es esporádica, ya que esta,
parece sentirse más seguro en brazos de otra mujer, Anne, que esconde su
feminidad tras una fachada masculina.
La propia Martha está
confundida, no es la misma persona que llegó desde Colonia, para estudiar Arte
hace cinco años. No, todo ha cambiado. Los nazis persiguen a los habitantes de
la noche, clausuran locales, con ayuda policial.
Los pocos judíos que son
conscientes de lo que se les viene encima, optan por huir de Berlín,
inteligentemente. Ven en Estados Unidos, una nueva oportunidad, de comenzar de
cero, de seguir viviendo libres. Su estrategia de pasar desapercibidos no ha
funcionado, y son hostigados, maltratados y perseguidos. Sus negocios sufren
pedradas, ataques, y la incomprensión de una gente que cada vez los apoya
menos. La policía es cómplice de todos esos desacatos.
La juventud se
radicaliza. Hay que elegir bando, y los jóvenes apoyan a unos o a otros,
enfrentándose en las empedradas calles. La tragedia se masca en el aire. Hitler
se desplaza a Berlín, y su encuentro con Hinderburg, es el punto de inflexión
para que todo se precipite.
El tercer, y último tomo
de “Berlín” cierra los círculos. No hay rastro de los “Cocoa Kids”, aquellos
músicos de Jazz que quisieron buscarse la vida en Berlín. Quizás, esta ya no
era su historia. El dibujo, más maduro de Lutes, se resume en menos viñetas de
las que acostumbraba en los dos primeros libros. Los silencios siguen siendo
brutales, los pensamientos de los personajes nos guían, una vez más, por la trama.
A veces, es mejor no decir nada. Ha sido una historia muy bella, triste, pero
original. Lutes no se ha basado en los grandes hechos, los grandes personajes
políticos. Ha seguido el camino de unos pocos berlineses de la calle, y ha sido
fantástico: Piedras, humo y luz.
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