“Dos policías rebeldes”
(1995) tiene ya 25 años. Fue una película que triunfó como la espuma, porque Will
Smith estaba arriba, en la cresta, y la trama era una especie de “Corrupción en
Miami”, protagonizada por dos policías afroamericanos. Uno loco, y el otro más
cabal, pero con grandes dosis de humor y escenas de acción atractivas, aparte
de coches y chicas.
La segunda parte (2003),
pasó más o menos desapercibida, a pesar de la presencia de Jordi Mollà (que
tuvo un tiempo, en que era el malo en toda película americana que se preciara).
Y la tercera, “Bad Boys for life” (2020) viene a cerrar la franquicia, bajo el epíteto,
curioso, pero ya visto en otras franquicias como en “Cars” o “Toy Story”, de “El
ocaso de…”. Y es que, sin darnos apenas cuenta, nos hacemos viejos y vienen
otras generaciones…
En esta ocasión, el
agente y cabal, Marcus Burnett (Martin Lawrence) es el primero que se da cuenta
de que hay que colgar las botas. Es abuelo. No está en forma físicamente, y ve
que es el principio del fin. Sin embargo, su compañero, el agente Mike Lowrey
(Will Smith), no quiere admitir la evidencia de que la juventud les adelanta, y
ya no son los de antes, y de que, son frágiles.
En esto: Una vieja “amistad”
del agente Lowrey, escapa de una prisión mexicana, y envía a Miami a su hijo,
para vengarse de la muerte de su marido (un narcotraficante muerto años atrás).
Todos los relacionados con el caso, caen como moscas, y Lowrey es uno de ellos,
que deberá hacer frente al fin del dúo, por una parte, y a un asesino letal,
más cercano de lo que él cree, por otra…
Cuando ves películas de
este tipo, ya sabes lo que te espera: Tiros, escenas de acción, persecuciones,
cochazos y malos que salen por doquier disparando 800 balas por minuto. Es una
cinta para verla, y no darle más vueltas. En esta ocasión, la narrativa va
tomando tintes de culebrón venezolano, con inesperados giros que la hacen más inverosímil
de lo que ya suele ser, y el final, barrunta continuación…
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