Con
“Verano en Brooklyn” (2016) me ha pasado que, los primeros veinte minutos, me
ha tenido bostezando a cada rato. Me decía: Ufff, típica película independiente
americana. Dos chicos, de la misma edad, de distintos mundos sociales, se hacen
amigos en el edificio de Brooklyn donde uno de ellos se ha ido a vivir con su
familia, a causa de la muerte de su abuelo. De los que se mudan, el padre es
actor, y la madre es psicoterapeuta.
La
cosa es muy bucólica, hasta que sale a la luz el tema del alquiler de la tienda
del abuelo. El abuelo tenía alquilado el local a la madre del chico de
Brooklyn, y los nuevos propietarios quieren regularizar, aprovechando el fin de
contrato, el alquiler del mismo. Esto traerá problemas entre las dos familias,
y entre los dos amigos… Y ahí es donde reside, a fin de cuentas, la miga de la
película. Una cinta sencilla, una historia normal, en la que no vais a
encontrar malos contra buenos, sino que hay una familia que defiende un punto
de vista y otra que defiende el suyo. Choque de intereses y los chavales en
medio del asunto… Para pasar el rato.
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