Micho
I de Gato dormitaba, la verdad es que estaba realmente cansado. Había estado
todo el fin de semana leyendo, escuchando jazz y teorizando sobre el arte
contemporáneo europeo. El Patio-Lavadero estaba patas arriba, pero me decidí
por recoger el salón, que era un auténtico desastre: Tazas de café, cajas de
pizzas y chupitos de absenta, periódicos viejos y discos por doquier. Llevaba
en el cuerpo un ibuprofeno, o tal vez dos, cuando tocaron al timbre de la
puerta.
Una
mujer, bastante nerviosa, llamada Yocasta, preguntaba si había visto a un tal
Edipo. Le contesté que no. Nadie había tocado al timbre antes que ella, y yo no
había oído nada fuera de lo común. Yocasta me explicó que lo había dejado
hablando en el portal del edificio con una esfinge, mientras ella compraba el
cupón de la ONCE (Organización Nacional de Cíclopes Españoles), y cuando
volvió, Edipo ya no estaba allí. Deduje que la esfinge debía ser Amparo, la
esfinge del rellano.
Me
ofrecí a ayudarla a buscar al tal Edipo, al fin y al cabo, Micho aún soñaba en
el sillón del salón, y ella me lo agradeció de todo corazón, tenían que coger
un autobús hacia Tebas, y no podían perder mucho más tiempo…
1 comentario:
Que lo busque en la "aldea" jejeje.
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