Pocos escritores, como Eslava
Galán, te cuentan el Franquismo con su veracidad, y encima, con su fina ironía,
humor del bueno, del que saca a cada rato una sonrisa cómplice. Creando
personajes ficticios, como el Chato Puertas, Mediopeo, Burro Mojao o el cura
Don Próculo, que comparten la realidad histórica con personajes que si que
estuvieron allí, que si que lo vivieron.
Lo vi, lo comprobé, y lo
disfruté en “Los
años del miedo” (2008), y lo
corroborar en “La década que nos dejó sin aliento” (Planeta, 2011), que
al parecer, cierra una trilogía, cuyo segundo volumen, “De la alpargata al
seiscientos” aún no he tenido el placer de leer.
En este tomito, de poco más de
quinientas páginas, ochenta y dos capítulos, y extensa e interesante
bibliografía, Eslava nos da un recorrido por la España que va desde 1973 hasta
1982. Desde un Carrero Blanco que vuela por los aires, con la “Operación Ogro”
que montó ETA, y que posiblemente, los servicios secretos americanos (La CIA
concretamente) conocían, hasta la Marcha Verde, la agonía de Franco, las
vicisitudes para instaurar la monarquía de Juan Carlos I, La España de las
Autonomías, La crisis energética del 73, la legalización de partidos, el
turismo masivo, el cine y las tetas, o las revistas y las tetas (que también es
digno de mención), hasta llegar a una parte que yo he disfrutado mucho, que ha
sido el fallido golpe de Tejero, y sus vinculaciones con la monarquía, los
militares, y nuevamente, los estadounidenses, que estaban en todo.
Es un libro, como todos los de
Eslava Galán, que se lee rápido, que se lee bien, “Para todos los públicos” que
dicen en las películas, y que cualquier lector disfrutará desde la primera
página. Los diálogos entre los leones del Congreso, Benavides y Malospelos, son
desternillantes.
No en vano, en este blog, a
Eslava Galán, le hemos dedicado más de una docena de entradas relacionadas con
sus libros, y casi pongo en duda que haya otro blog (en “Estepaís”) que le haya
dedicado tanto tiempo, y lectura, a sus obras (no es criticar, es referir). Por
supuesto, como todo lo que escribe, lo recomiendo. La lectura amena, didáctica
y divertida, está garantizada.
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