Viendo
cómo está el panorama cinematográfico actual, la verdad sea dicha, no viene mal
volver al cine de hace unas décadas, para volver a ver y disfrutar, sin
dudarlo, de un buen cine, buen género.
Por
diez leuros, me he agenciado un recopilatorio de John Ford (con cinco películas), con películas de
esas que ya no emiten en ninguna parte. Algunas de ellas las vi hace casi
cuarenta años, cuando era un crío, pero apenas las recuerdo, y he decidido
verlas nuevamente, como si fuese la primera vez. Y escribir sobre ellas, al fin
y al cabo, por el Patio-Lavadero solo soléis venir dos o tres lectores al mes,
y si escribo algún disparate, nadie me lo va a recriminar…
La primera que he visionado ha sido “Las uvas
de la ira” (1940). Un clasicazo de John Ford, pero basada en un premio
Pulitzer, de John Steinbeck (el mismo autor de “De ratones y hombres”, ambos
libros me los leí en mi etapa estudiantil).
A
pesar de que el libro es más violento en la historia (creo recordar), en la
película es un poco menos. Se refleja muy bien (en ambos casos) la
desesperación de aquella América
agrícola, de jornaleros y propietarios empobrecidos, en los años de La
Gran Depresión, los años treinta fruto de aquel funesto crack del 29, y el New
Deal de Keynes y Roosvelt que no llegaba a todos los rincones del país.
La
historia de “Las uvas de la ira” comienza cuando Tom sale de la cárcel. Ha
estado cuatro años encarcelado por homicidio. Sale con la Condicional y vuelve
a las tierras de sus padres, en Oklahoma. Una vez allí, descubre que los
granjeros son expulsados de sus tierras, por impagos causados por las malas
cosechas. Sin embargo, todos albergan una esperanza: Ir a California, al oeste,
en busca de un futuro mejor, en un auténtico éxodo al que no todos
sobrevivirán, y donde la realidad les dará una sonora y cruel bofetada,
rompiendo los sueños de los paupérrimos agricultores y campesinos.
De un realismo social demoledor, la película
refleja perfectamente la desesperanza de los campesinos, el hambre (mucha, la
imagen de los niños es terrible), la desolación y la injusticia social, junto a
la violencia de una sociedad desmoronada. El viaje a la onírica California, a
recoger uvas, se transforma en una odisea ilusoria a ninguna parte, en una
vieja camioneta atestada hasta la bandera, donde el antiguo Predicador ha
perdido la Fe hace tiempo, y sus justas demandas sociales lo convierten en un “peligroso
agitador”, pagándolo con su propia vida.
Seguramente
la habéis visto mil veces, estoy convencido de ello, pero una nueva revisión de
la cinta siempre viene bien, porque la historia de “Las uvas de la ira” sigue,
hoy por hoy, de rabiosa actualidad.
(Fotografía de la época)
La
música y la fotografía son una maravilla, que os voy a contar que no sepáis.
Imprescindible.
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