Como hace unos pocos días vi, por recomendación
vuestra “Tron: Ares”, me he visto en la obligación de ver la película anterior,
que no había visto hasta hoy, “Tron: Legacy”, más que nada porque yo soy muy
meticuloso con estas cosas, y no quería dejarla pasar… No la vi hace quince
años, la veo ahora y cierro una puerta definitivamente.
Lo primero que os tengo que decir que es que la
película me ha gustado, al igual que me gustó “Tron: Ares”, aunque si “Ares” es
mucho envoltorio y estética, y una narrativa un tanto confusa (podéis ver la
reseña por el Canal o por el blog), aquí “Legacy” se tomó la molestia en 2010
de crear todo un Universo, en su hora y cincuenta minutos de metraje, que no
aparece en “Ares” curiosamente, ya que “Ares” se centra más en el desarrollo
del mundo real, y aquí nos vamos a encontrar a “The Grid” (La red virtual) como
escenario principal de una película que bebe mucho de la de los ochenta
clásica, del arcade, y con un desarrollo narrativo predecible, de película de
videoclub que sabes que te va a entretener y poco más… Quizás sea por ello, que
“Tron: Legacy” no me haya parecido una mala película de Ciencia Ficción.
Con
un presupuesto de 170 millones de dólares, y una recaudación de poco más del
doble, 410 millones, una de las primeras cosas que me he planteado es la
cuestión de por qué esta película no tuvo una continuidad en su día,
aprovechando el tirón mediático, y esperaron quince años para perder una
millonada con “Ares”.
Visualmente es espectacular
para un 2010, aunque hoy se quede corta frente a las grandes superproducciones
cinematográficas de Ciencia Ficción, que gastan en efectos lo que yo en lotería,
aunque quizás el tema va porque en su momento no supieron como estirar el
chicle, o ni pensaron en ello, vete a saber.
En la narrativa nos hacen
un breve resumen del contexto por el que nos movemos, partiendo de la película
original. Tenemos a un genio de la informática, un creador de mundos virtuales,
Kevin Flynn (que es nuestro Jeff Bridges), que desaparece en pleno éxito dejando
a su hijo Sam en compañía de sus abuelos, y la compañía millonaria que dirige
un poco en el aire, donde solo un accionista y amigo, parece preocuparse por
ella, por su futuro y por lo que representa.
Un mensaje en un Busca
(para los que no sepáis que es un Busca es un aparato que solo recibía mensajes
previa llamada telefónica a una terminal), pone a un veinteañero Sam, que está
como una cabra dando saltos en el Guadiana, tras la pista de su padre
nuevamente, al que creía muerto.
Resulta que no estaba
muerto, estaba de parranda en el mundo virtual. Así que Sam va hasta la antigua
sala recreativa de su padre, donde descansan grandes clásicos de las
recreativas como Pac-Man o el Galaga, entre otros, y justo donde está la
máquina de Tron descubre un pasadizo secreto que ríete tú de las abadías del
Románico y del Gótico. El pasadizo lo lleva hasta un Olivetti M-24 con sistema
MS-DOS, pantalla monocromática, que activa un láser que tiene justo a la
espalda y lo manda desintegrado a la Grid, al Mundo Virtual donde escapó su
padre.
Allí descubre que el Mundo
Virtual que ideó su viejo, ha sufrido una Revolución a la francesa. Un clon
digital de su viejo, de cuando era cabrero y bizco, Clu, le ha dado un golpe de
estado y gobierna aquello como si fuese el patio de su casa. Pone a los
programas a luchar entre ellos, y con los que tienen el GW-Basic instalado, los
convierte en soldados.
El caso está que Kevin no
quiere salir de allí ni a tiros. Lo buscan para eliminarlo, medio mundo virtual
está contra él, pero se ha echado de acompañante a Olivia Wilde, que aquí se
llama Quorra, y que es un programa soldado con el que juega al ajedrez los
ratos libres. Y afuera, en el Mundo Real, hay lo mismo que había antes, pero
multiplicado por cuatro, así que prefiere aquello.
A partir de aquí, te puedes
imaginar el resto de la historia: Los tres, padre-hijo y Quorra, unirán fuerzas
para derrocar a Clu y su mirada perdida, cuya estética me ha recordado a la de
un lolailo de los años ochenta, dispuesto a hacerle un puente a un Seat 127, e
intentar restaurar el orden en un mundo virtual que se está preparando
militarmente para una guerra contra el Mundo Real, y donde también habitan los
“Daft Punk”, el dúo francés de música electrónica que lo petaba hace 25 años, y
que hacen un cameo en la película como ellos mismos… Esto es algo en que
coincide con “Ares”, la BSO me ha gustado mucho.
Merece la pena destacar la
presencia de un Michael Sheen, un tanto histriónico, mezcla del Joker y el
Duende Verde, escapado de una habitación de “El Quinto Elemento”.
En definitiva: A “Tron: Legacy”, le sobran 20 minutos de diálogos padre-hijo simplones, pero no es un mal blockbuster para pasar la tarde. Tiene sus escenas de acción, un Universo interesante con sus trajes luminosos y sus luces de neón, sus guiños al arcade, a la película clásica y no te va a sorprender con ningún giro argumental de última hora. Y “Tron: Ares”, puedes verla perfectamente, aunque no hayas visto esta antes. Espinita quitada y vamos a otra cosa. ¿De nota? Un 5,5.











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