Una de las
películas de Ciencia-Ficción a la que más bombo y platillo se le dio a
principio de 2025 ha sido “Mickey 17”, coproducción britano-estadounidense, que
está escrita, dirigida y producida por el surcoreano Bong Joon-ho, que también
se ha hecho cargo de los cafés y de barrer el plató todos los días antes de
irse a casa.
Una
apuesta arriesgada “Mickey 17” que está basada en una novela de 2022 titulada
“Mickey 7” … En la película le han añadido Mickeys por un tubo.
Bong Joon-ho lleva una docena de películas
realizadas, documentales y programas de televisión, pero su nombre comenzó a
sonar más en 2019, cuando se llevó un saco de Oscars por la película
“Parásitos”.
En esta ocasión, con “Mickey 17” ha
conseguido salvar los trastos casi “in extremis”, ya que ha partido de un
presupuesto de 115 millones de dólares y ha recaudado apenas 128 millones en el
mes que ha estado en los cines de todo el mundo, recibiendo una crítica un
tanto tibia, y a pesar de tener actores como el Hulk Mark Ruffalo, el vampiro Robert
Pattinson y otras caras conocidas como Toni Collette o Steven Yeun, entre
otros…
A ver, “Mickey 17” comienza muy bien,
parte de una premisa interesante en la que una nave va a colonizar un planeta
dejando atrás una Tierra corrupta en todos los sentidos que se muere. Estamos
en 2054 y los humanos llevan en esa nave parte de esa corrupción, egoísmo, y
naturaleza humana que nos hace tan característicos y tan capullos.
Mickey Barnes, que es nuestro vampiro
Robert Pattinson, no tiene muchas luces y firma un contrato por el que se
convierte en un “Prescindible” para poder embarcar en esa nave huyendo de gente
que no lo quiere muy bien que digamos.
Le hacen una copia de su mente, y con
una impresora 3D que os podéis comprar en cualquier negocio chino de venta por
internet, se le puede sacar cada vez que muera en alguna misión, accidente o en
cualquier circunstancia. Solo hay que meterle nuevamente la memoria y hecho.
Pero nunca puede haber dos clones a la vez, se saca un clon cuando se pierde o
muere el anterior. Así que morir de diferentes maneras forma parte de la nueva
vida y del contrato de Mickey Barnes.
El primer cuarto y mitad de la película
va de ver como los Mickeys mueren, nos cuentan de qué va el rollo y los vuelven
a imprimir una y otra vez cada vez que muere, manteniendo, eso sí, los
recuerdos de su vida anterior, con muerte incluida.
Pero la historia sufre un punto de inflexión cuando Mickey 17, que dan por muerto tras caer en una cueva helada habitada por unos bichos alienígenas parecidos a las cochinillas, esos bichos que se hacen una bola ante el peligro, sobrevive milagrosamente, gracias a esos propios bichos que no se lo comen como se esperaba si no que lo salvan y le ayudan a que regrese a su base, donde descubre que ya está operativo Mickey 18, lo cual va a provocar un dilema moral, filosófico y un problema legal ya que no puede haber dos, y ambos, curiosamente, van a tener personalidades y mentalidades diferentes, que van a llevarlos primero a un enfrentamiento directo, y posteriormente a colaborar entre ellos si quieren sobrevivir.
Así que pasamos de tener dos vampiros
Pattinson en vez de uno, algo que plantea situaciones un tanto histriónicas,
aunque curiosamente a mi me ha llegado a aburrir, o, mejor dicho, ya llevaba un
rato aburrido, a pesar de los debates que se montan en torno a quién se queda
con la chica (ella tiene claro que se queda a los dos) o todos los dilemas
morales relacionados con tener dos Yos físicos y vainas parecidas.
De paso, “Mickey 17”
aprovecha para tirar con bala al tema del Imperialismo, el capitalismo y las
dictaduras encubiertas, y eso se ve muy bien desde que llegar al planeta
objetivo, que podría ser perfectamente Hoth de Star Wars, un planeta helado con
recursos minerales, donde los humanos se organizan como si fuesen meros
empleados a los que se les controla desde la vida sexual hasta el número de
calorías que toman o gastan, y dirigida por un narcisista, un político
fracasado, un tipo mediantico llamado Kenneth Marshall, el Hulk Mark Ruffalo,
que junto a su esposa, se comportan como dos reyezuelos absolutistas que pueden
llegar a recordarte a la Reina de Corazones, y donde el absurdo campa a sus
anchas.
La
crítica social, pues, está muy presente en “Mickey 17”: Productividad de
empresa, logro de objetivos, cero empatía, la prescindibilidad de cualquier
hijo de vecino ante el sistema, pero la sensación es que a la media hora de
visualización, la narrativa se está yendo al carajo y se pierde, y yo he
llegado ya a bufar y a mirar el reloj repetidamente.
¿Le
sobra metraje? Por supuesto, perfectamente media hora, y te cuenta exactamente
lo mismo. ¿Nota? Un 5 por todo lo que cuestiona, por un lado, por eso la
apruebo, pero ese 5 también es porque es fácilmente olvidable… De hecho, ¿De
qué os estaba hablando?
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