“Ruido de Fondo” (Netflix,
2022) me llegó precedida de eso, de mucho ruido… Y pocas nueces. Con un bombo y
un platillo por parte de determinados críticos, que alababan la historia como
divertida, crítica social y posiblemente la nueva “No mires arriba”, después de
verla puedo decir que esas ideas están muy lejos de la realidad, y que no es
una película precisamente que haya disfrutado, incluso me ha llegado a aburrir
en determinadas ocasiones…
Con Adam Driver como actor
principal (que ya de entrada no es de mis favoritos), el propio tráiler que te
ofrece Netflix puede llegar a engañarte, ya que crees que vas a ver algo muy
distinto al producto que realmente te ofrecen, y que realmente acabas viendo.
En la narrativa, estamos en un
pueblo del Medio Oeste estadounidense, aunque a ratos he llegado a pensar que
era California. Años setenta, Guerra Fría… La cinta parece estar muy interesada
en mostrarnos la vida de una pareja y sus cuatro hijos en la absurda sociedad
estadounidense egoísta y “ombliguista”, en la que el padre (un profesor
universitario especializado en Hitler) no ve más allá de sus gafas, y en tu
terquedad no cede ante opiniones diferentes.
Uno de sus compañeros,
profesor universitario, es Don Cheadle, que hace de un tipo con el que la
familia suele coincidir en el supermercado, obsesionado con los golpes,
tortazos, colisiones y accidentes de todo tipo, y con la figura de Elvis Presley,
de la que quiere crear una cátedra.
Un buen día, un accidente
químico libera una nube tóxica, y la película parece convertirse en una “road
movie”, algo que sabiamente Netflix usa para atar al personal en el citado
tráiler anterior, pero que en realidad es una trampa, ya que esta parte pronto
vuelve al cauce de sus vidas en el pueblo, para centrarse en los celos, los
cuernos, pastillas e ideas disparatadas que acaban en tiros, venganzas y
divagaciones pesadas que no llevan a nada… Hasta acabar una vez más en el
supermercado, aunque esta vez bailando todo el elenco (la musiquita me ha
gustado).
En definitiva, película de dos
horas y cuarto, soporífera y larga, excesivamente larga, que crees que va de un
“Apocalipsis” con crítica social incluida, y acaba siendo una ida de pinza
descomunal. La dejo a vuestra entera elección, pero yo espero olvidarla pronto.
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