Marruecos,
1942, plena Guerra Mundial. Con un aire muy, pero que muy, a lo “Casa Blanca”,
nos encontramos con una película con tintes de cine clásico. Una película de
espías en el protectorado francés de Marruecos, que, como todo el mundo sabe,
es donde más espías por metro cuadrado había, junto, quizás, a Lisboa.
Max
(Brad Pitt) es un espía aliado que, durante una misión, se enamora de su homóloga
francesa, Marianne (Marion Cotillard), con la que llegará a tener una niña, y que
tal vez no sea quien parece, sino una agente doble con bastantes cartas en la
manga.
La
película tiene mucho de cine negro, suspense a raudales (no sabes de qué pie
cojea el personal), acción (bastante trepidante) y unas puestas en escena
curradas. No es para tirar cohetes, y sus dos horas, a veces, se me han hecho
bastante largas, pero es una película que se deja ver, interesante en su
argumento, intrigante y misteriosa.
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