La
vida del escrito francés Guy de Maupassant (1850-1893) fue, a todas luces, bastante
insípida, hasta que un día, este buen hombre, comenzó a escribir. Era hijo de
padres divorciados, y fue educado bajo la mirada de su madre que lo marcará de
por vida. Su madre era íntima amiga de Gustave Flaubert (incluso se decía que
este era su padre natural, con su verdadero padre se llevaba a matar). Se crio
en Normandía, trabajó junto a Flaubert y con Émile Zola, pero sin querer
vincularse a ninguna escuela o corriente literaria, prefería no tener ataduras
de ningún tipo. Funcionario de varios ministerios, era un tipo misógino, bastante
pesimista, enemigo acérrimo del matrimonio y, al parecer, bastante adicto al
sexo (pero no al amor).
Para el libro colectivo que preparaba Zola, “Las
veladas de Médan”, publicó un pequeño cuento “Bola de sebo”, (que en este
librito que os presento no viene, por cierto), que lo va a catapultar al
estrellato literario. Eso sucedió en
1880, y desde entonces comenzará a publicar libros de cuentos, de los más
variopintos, junto a algunas novelas, obras de teatro, de viajes, artículos periodísticos
y algunos libros de poesía. Se hizo bastante rico para la época, compró
propiedades, se volvió un misántropo, y se hizo un remero respetado, pero
siempre huyó de todo tipo de relaciones sociales, aunque se solía juntar con
gente de reputación más bien dudosa. Incluso renunció a La Legión de Honor.
Sus
problemas psicológicos (“Miedos y pánicos heredados”), junto a una continua migraña,
le hicieron meterse en el mundo de las drogas (al parecer, sobre todo, cocaína)
que aceleraron sus síntomas de demencia, sus problemas nerviosos y que hicieron
que intentara suicidarse con un abrecartas, al menos, en una ocasión. Murió,
recluido, en un centro psiquiátrico.
El librito que os presento (“El cordel” y
otros cuentos) es un pequeño recopilatorio de este autor tan interesante. Son
relatos cortos, directos y sencillos, sin nada de barroquismo, que vienen a
reflejar muy bien, por una parte, la realidad de la época que le tocó vivir, y
por otro lado la capacidad de Guy para conectar con el lector, a través del
guiño, del cuento con moraleja, y más aún con la psicología humana. Más humano
que otra cosa. Altamente recomendable.
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