“Érase
una vez en Francia” es una fantástica trilogía basada en la vida de Joseph
Joanovici. Ya desde el primer volumen nos avisan de la utilización de
personajes reales, que se entremezclan con personajes ficticios en esta
impresionante historia que tiene muchos tintes de “El Padrino”, entre otras
cosas. La vida de Joseph fue de todo, menos aburrida. Judío rumano emigrado a
Francia, desde muy pequeño comenzó a trabajar como chatarrero. Muy pronto se
encuentra con que tiene uno de los mayores imperios en la compra-venta de metal
de Europa, y la Segunda Guerra Mundial está a la vuelta…
De
la mano de Fabien Nury, en el guion, y con el maravilloso dibujo de Sylvain
Vallée, rabiosamente realista, veremos al joven Joseph huir de las tropas
zaristas y de sus ataques a los pueblos judíos (los llamados pogramos que
llevaron a los soldados de Nicolás II a acabar con familias enteras). Instalado
en París, y casado con una amiga de la infancia, pronto se pone a trabajar para
un tío de su mujer. Analfabeto, no sabía ni leer ni escribir, Joseph demuestra
un olfato genuino para los negocios que harán que escale, poco a poco, y que
sea muy conocido en el mundillo del metal.
Su relación con la fiel Lucie, su secretaria, que
es un personaje tremendo, impresionante, con su mujer y sus hijas, las
traiciones de sus socios y los negocios a dos bandas, con la Resistencia y con
los nazis (tenía un carnet de la Gestapo, y era judío) hacen de Joseph un puro
interrogante: ¿Fue un héroe o un traidor a Francia?
“Érase
una vez en Francia” es auténtico género negro. Un episodio negro en la historia
del país vecino. Disfrutable gracias a una historia trepidante y a un dibujo
atractivo (a mí, a veces, me recordaba a Tardi). Con esta trilogía, Francia
vuelve a demostrar que está a la cabeza del cómic europeo. Muy, muy, pero que
muy recomendable.
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