Si tuviera que
nombrar uno de mis autores favoritos de terror clásico, uno de ellos sería sin
duda alguna, el estadounidense Howard Phillips Lovecraft, que fue un tipo que
logró crear todo un universo fantástico de seres diabólicos, inconcebibles para
la mente humana, que ya desde bien pequeño, en mi temprana adolescencia,
consiguió despertar mi imaginación de una manera brutal.
Los libros de terror, y de Ciencia
Ficción de Lovecraft eran para mí una maravilla, una literatura barroca,
recargada en adjetivos, que lejos de echarme para atrás, me invitaba a seguir
leyendo… No se ahorraba detalles a la hora de describir seres sobrenaturales,
horrores cósmicos, atávicos y oscuros (cómo él mismo diría), arcanos e
inmemoriales que venían de otros mundos o dimensiones al nuestro, a Providence,
a Salem o al Estado de Massachussets directamente.
De Lovecraft se podría hablar y escribir
largo y tendido, pero no es esa mi intención, si no la de hablaros de una
fantástica adaptación al cómic, al manga, de una de sus obras más icónicas: “El
Horror de Dunwich”, en tres tomos y de la mano del mangaka Gou Tanabe…
Gou Tanabe se propuso, allá por 2004,
adaptar al manga las obras de Lovecraft, y aunque es cierto que esta es la
primera vez que adquiero y leo una de sus obras, conozco al menos una media
docena de adaptaciones que en España ha ido publicando Planeta Cómic en unos
tomos fabulosos de tapa dura, bien presentados y cuidados que desde luego te
van a gustar mucho si compartes la afición por el autor de Providence y el
manga.
“El Horror de Dunwich” es un libro que
me leí hace cuarenta años, y al que he vuelto de vez en cuando, y que atesoro
en mis estanterías, o en algún lugar perdido de ellas, y que está dentro de los
libros relacionados con el Mito de Cthulhu y los horrores cósmicos, los dioses
abominables y ancestrales que creó Lovecraft, y que darían mucho juego en sus
relatos posteriores, cosiéndose muy bien con otros relatos que publicaba en la
revista “Weird Tales”.
Lovecraft lo ideó como un relato corto
en 1928, y se publicó en 1929, siendo el pueblo imaginario de Dunwich, en el
Estado de Massachussets, el centro de una historia de terror que curiosamente
solo se ha llevado una vez al cine.
En la narrativa del cómic, que a
grandes rasgos la he encontrado una gran adaptación, nos lleva hasta este
pueblito, bastante endogámico, donde nace un niño muy especial, que las veces
que me he leído el libro, y sabiendo la vida del propio Lovecraft, me ha
recordado a algunas cosas de su niñez.
Wilbur Whateley es hijo de una mujer,
Lavinia Whateley, que vive con su padre en una granja cercana a un bosque,
apartados del resto de habitantes de un pueblo que se muere poco a poco. El
padre de Wilbur es un auténtico misterio, y su abuelo, el “Viejo Whateley”
pronto introduce al nene en el arte de aprender lenguas muertas, hechicería y
magia negra.
Wilbur crece con rapidez, aprende a
hablar desde bien pequeño, es enemigo de los firulais, sale con su madre en
pelotas por la noche y lee con avidez. Tiene una extensa biblioteca de libros
antiguos, que ha ido acumulando el abuelo, y entre ellos, un ejemplar del
Necronomicón, al que le faltan algunas páginas, algo que desde bien temprano le
va a obsesionar, ya que quiere poseer, o al menos leer, un ejemplar entero del
mismo.
En la granja Whateley comienzan a
suceder cosas extrañas, ganado mutilado o desaparecido, que hace que el abuelo
compre más ganado, y que comience a ampliar partes de la casa familiar, que
tiene todas las ventanas tapiadas.
Pronto, el joven Wilbur contacta con el
bibliotecario de la ficticia Universidad de Miskatonic, el doctor Henry
Armitage, que está en la ciudad de Arkham, interesado en leer el Necronomicón
(las partes que le falta a su ejemplar). El doctor siente curiosidad por el interés
del joven y se desplaza hasta Dunwich, descubriendo que es un agujero de mucho
cuidado, pero el doctor, sorprendido por el hedor de la casa, por las
características de Wilbur y la propia familia, le contesta que le dejará leerlo
si es él el que se traslada hasta la Universidad.
El abuelo muere y a Wilbur le importa un
comino, pero antes de cascarla, le dice que “Requiere más espacio y comida”,
refiriéndose a un ser ancestral, abominable, que hay en la casa y que no para
de crecer, y que es el hermano dimensional de Wilbur, hijo del dios
Yog-Sothoth. Por otra parte, su madre, Lavinia, desaparece.
Wilbur sigue ampliando la casa, y un día
se presenta amenazante en la biblioteca de la Universidad con la intención de
hacerse con el volumen del Necronomicón que hay allí, en busca de un hechizo
que le abra las puertas dimensionales a su papi, Yog-Sothoth, con la intención
de que este abominable dios reestructure todo el planeta de arriba abajo, a su
manera.
Ante
la negativa del bibliotecario, que, además, pone sobre aviso a otros colegas
del gremio, Wilbur se cuela de noche en la biblioteca, siendo finiquitado por
los firulais guardianes de la biblioteca. Toda buena biblioteca, tiene unos
buenos perros guardianes.
El cuerpo de Wilbur, amorfo e inhumano, se disuelve ante las miradas espantadas de Armitage, y sus colegas Morgan y Rice, que se desplazan hasta Dunwich después de los sucesos, ya que la cosa que retenían en la granja comienza a hacer de las suyas en Dunwich, se unen a los parroquianos locales para intentar parar la espiral de muerte y destrucción del hermano gemelo de Wilbur… Lo sé, lo he resumido mucho, pero es que prefiero que lo leáis vosotros, tanto el libro, como los cómics.
En definitiva: Tres cómics fantásticos, organizados
en 17 capítulos, en los que Gou Tanabe ha logrado una adaptación fiel del
clásico que está cerca de cumplir los cien años, “El Horror de Dunwich” de
Lovecraft. Poco más puedo añadir, solamente recomendaros su lectura
fehacientemente, y que compartáis conmigo vuestra opinión sobre el libro, los
cómics… Lo que queráis. ¿Su precio? Los tres os saldrán por unos 37 euros más o
menos.
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