“La trinchera infinita” (2019)
me ha dejado con el estómago revuelto. Aborda un tema, que es el de los topos,
que para mí es ciertamente conocido, ya que de pequeño me contaron historias de
personas, que, en Extremadura, iniciada la Guerra Civil, se ocultaron durante
años y años, en cubículos, en auténticas madrigueras, para sobrevivir, para no
ser fusilados, por haber sido concejales de izquierdas, simpatizantes
políticos, y cosas parecidas.
En esta película, Antonio de
la Torre y Belén Cuesta, lo bordan. Hacen un papel impresionante, que a mí me
ha emocionado en algunos casos. Higinio y Rosa viven en un pueblo de Andalucía,
llevan pocos años casados, él está en sintonía plena con los ideales de la
República. Cuando estalla la guerra civil, es uno de los detenidos, denunciado
por un vecino que le culpa de la muerte de su hermano.
Escapa del fusilamiento, y de
la posterior persecución, de puro milagro, y una vez de vuelta en casa, se
esconde en un agujero, donde ve la vida pasar, mientras le siguen buscando para
ajusticiarlo. Treinta años se tira el tipo viendo la vida a través de rendijas, hasta la amnistía
de 1969, mientras su mujer tiene que hacer vida de “viuda”, e intentar, por todos los medios, no ser descubiertos.
Tiene momentos dramáticos, de
tensión, y el miedo y la angustia se palpa en muchas ocasiones. Me ha parecido
una grandísima cinta. La recomiendo.
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