De “Lady Bird” (2017) me
habían hablado, había leído algunas referencias positivas de la película, tiene
algunos premios y varios sacos de nominaciones (5 a los Óscars), y con ellas en
la mente, me he lanzado a alquilarla esta misma tarde, aprovechando que la
borrasca 24 de lo que llevamos de marzo le impide a uno salir de casa.
¿La verdad? No parece
nada del otro mundo. En “Lady Bird”, que es el nombre artístico-poético que se
ha puesto la protagonista, en su vida, suceden muchas cosas. La chica es mona
(Saoirse Ronan), estudia en un instituto católico que no acaba de tragar, vive
en aquel barrio que está más allá de las vías, tiene un hermanastro (Miguel)
que es siniestro e hispano, su padre tiene depresión y no encuentra trabajo, y
una madre muy dura con ella porque la quiere, y quiere lo mejor para ella…
En el instituto tiene
de todo un poco: La amiga gordita que es un encanto, su primer novio que le
sale de la otra acera, y las chachis con las que congenia durante un arrebato
de esos en los que crees que “te vas a comer el mundo, y viene el mundo y te
come a ti” y la esperanza de poder estudiar en alguna buena Universidad y poder
largarse de Sacramento.
Trabajos adolescentes,
perdida de ilusiones, virginidades, fracasos personales… Muy típica en muchos
aspectos a ese mundo americano, de adolescentes independientes, que ya he visto
en “Juno” (2007) y en “Carrie Pilby” (2017), así a bote pronto, por citaros
alguna.
Saoirse Ronan, a pesar
de sus veintitrés años, hace un más que digno papel de adolescente de hormonas
revueltas y pensamientos aún no muy claros. La película es para pasar el rato,
pero… A mí, sinceramente, no me ha aportado nada nuevo. ¿A ti que te ha
parecido?
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