Con “Ferdinando” (2017) quisimos
esperar un mes, después de su estreno navideño, para ir a verla. Nos
equivocamos. Un mes después, la sala estaba llena de papis, mamis, nenes
chillones y palomitas de maíz.
La crítica taurina española la ponía de “antinatural”,
por el amor que siente su protagonista, el toro Ferdinando, por las flores, el
pacifismo, los conejos y la tranquilidad de la dehesa. Con un valor medio de
6.5 sobre 10, me atreví a verla, esperando cualquier cosa, y he de decir que me
ha gustado…
… Me ha gustado, y mucho. Me
gusta su mensaje tolerante y pacífico, me gusta su adaptación y su ambientación
(ciertamente, la España que sale en la película, se parece, quitando algún
cliché, a la España de hoy en día). No es una película para recordar, o que se
le quede a uno grabada para siempre, pero el mensaje cala, y gusta. Al fin y al
cabo, la película original, un corto de Walt Disney (1938) basado en un cuento de
Munro Leaf (y que, al parecer, Gandhi tenía como una de sus historias
preferidas) levantó ya tantas ampollas en su día, que fue prohibida por el régimen
de Franco (que consideraba a la historia fruto de la imaginación judeomasónica)
y por la Alemania Hitleriana (y a pesar de ello, ganó un Óscar).
Como os decía: Ferdinando es un
toro de lidia, que lejos de seguir su naturaleza, se dedica a oler flores y a
difundir un mensaje de Paz y buen rollo, Flower Power, y todas esas cosas que
no te imaginas en un toro de su descomunal tamaño. Su destino debería ser, en
teoría, el ruedo, pero él prefiere llevar otra vida más tranquila, lejos de la
violencia y practicando un pacifismo que ni sus congéneres entienden, y mucho
menos, comparten…
Entretenida, a ratos muy
divertida (tiene un pique musical Toros-Caballos que, a mí, me hizo reír
mucho), con la voz de John Cena como Ferdinando en la versión original. Si, tal
cual, el mismo John Cena de la WWE. Y con un mensaje que, a mí, personalmente, sin
querer entrar en mayores polémicas, me ha gustado y me ha calado.
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