Es nueve de agosto. El año, 1945.
En la ciudad de Nagasaki, parece un día normal, quizás más nuboso que otros días.
Koji, estudiante de medicina, se despide de su madre, Nobuko. Koji está en
clase justo cuando cae la bomba atómica que mató a miles de japoneses en apenas
unos segundos.
Nobuko, matrona, viuda y beata
católica. Reza por el alma de los tres hombres que ha perdido: Su marido, por
tuberculosis. Su hijo mayor, en el frente de Birmania. Su querido Koji… Ya han
pasado tres años, y Nobuko comparte duelo con la que iba a ser su nuera,
Machiko (maestra), que le guarda fidelidad al fallecido Koji…
Entonces, esa misma noche, cuando
se cumplen tres años justos de la tragedia. El fantasma de Koji se le aparece a
su madre. Solo ella puede verlo, aunque ocasionalmente, algún niño también lo
ve.
A partir de ese momento, la
película gira en torno a las conversaciones de la madre con el fantasma: La
muerte, el futuro de Machiko, la música de Mendelsohn, las anécdotas del pasado,
la guerra, el vendedor ilegal…
La cinta se mueve entre lo que
pudo ser, y no fue, y lo que es… Sin una pizca de crítica, ni de rencor, nada.
A ratos, se me ha hecho muy larga, pero en su conjunto es una belleza de
película. Es un drama, pero también un mensaje para los que deben seguir
adelante.
P.D: No es la primera vez que lo
veo, pero siempre me parece curioso la representación japonesa del alma como
una pequeña luz o luciérnaga.
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