Si bien “El cuarto de Lautréamont”
(1874) de Corcal&Édith se editó bajo el subtítulo de “La primera novela
gráfica”, hay que reconocer que el mundo del cómic venía de más atrás, y no me
estoy refiriendo a las paredes llenas de jeroglíficos y escenas cotidianas del
Antiguo Egipto, o al Tapiz de Bayeaux (S.XI).
Quizás, uno de los pioneros del
cómic sea el suizo Rodolphe Töpffer (1799-1846), “El santo patrón del cómic” lo
ha llegado a llamar Art Spiegelman, incluso de las tiras cómicas o historietas.
Töpffer, hijo de un pintor aficionado, pronto se interesaría por las estampas
de William Hogart, pero su carrera de pintor se comenzó a truncar a la temprana
edad de veinte años. En 1819, viaja a París, en busca de los mejores oftalmólogos
de Europa, para tratarse una constante pérdida de visión. Su madre, había
muerto ciega, y de ella heredaría esta enfermedad ocular que haría que el joven
Töpffer se inclinara más por la caricatura que por el preciosismo pictórico que
demandaban los inicios del S.XIX.
Una vez de vuelta en su Ginebra
natal, Töpffer montará una escuela para estudiantes internos (1824) dirigida a
todos los estudiantes de Europa (en gran parte pagada con la dote de su mujer).
Padre de cuatro hijos, comenzará casi clandestinamente, bajo pseudónimos, su
labor de viñetista y caricaturista, mientras se dedicaba a escribir, se metía a
político del Partido Conservador suizo, pedagogo, y a teórico y ensayista
artístico.
Murió joven, posiblemente de una
leucemia, a los 47 años, no sin antes publicar algún par de novelas (Novelas
ginebrinas y Viajes en zigzag). “Las aventuras de Monsieur Vieux Bois” (1837)
es una de esas obritas, pequeñas joyas del séptimo arte, en cuna en aquella
etapa, que se componía de una pequeña escena y una frase explicativa de la
misma. Grandes como el propio Goethe en sus tiempos, el propio Spiegelman (ganador
del Pulitzer por “Maus”) o el historicista norteamericano Chris Ware (que tiene
premios como yo empastes en la boca) reconocieron la maestría y el ingenio de
Töpffer.
Un clásico que merece una
revisión y un reconocimiento, a tenerlo muy en cuenta.
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