Hace
ya varios meses (agosto 16), os hacía referencia a los relatos cortos de Guy de
Maupassant, un clásico del XIX francés, que a mí me interesa (y mucho) especialmente
por sus relatos cortos.
En aquella ocasión os hablaba de “El cordel”
(aquí enlace: http://duncandegross.blogspot.com.es/search?q=cordel
) y otros relatos cortos que me había agenciado, pero me quedé con las ganas de
leer más de este escritor, de prosa sencilla y directa, afectado por la guerra
de 1870, adicto a la cocaína, y que acabó muriendo en un psiquiátrico.
Este
“Bola de sebo” que os presento hoy es, dicen, uno de sus mejores relatos
cortos. El relato que lo lanzó a la fama, al denunciar la hipocresía de la burguesía,
el clero y la aristocracia del momento. A mí, desde luego, me ha encantado. Tanto
por el marco histórico donde se desarrolla la acción (Plena guerra
franco-prusiana, 1870), como por su desarrollo narrativo, su historia, que
realmente hace gala de un poder de observación impresionante.
“Bola
de sebo” es el apelativo que recibe la joven Élisabeth Rousset, una prostituta
entrada en carnes y que, a la llegada de las tropas prusianas a Ruan, huye de
la población en un carro. En dicho carro, le acompañan un conde y varios
burgueses, acompañados por sus respectivas esposas, y un par de monjas. Todos
sienten repugnancia y asco por la joven, y la ignoran mientras hablan de sus
cosas, de sus negocios y la guerra. Hasta que llega la hora de comer, después
de varios días de penurias, y la única que tiene un cesto con comida (y encima
para compartir) es… Adivinad quién.
Parados por un capitán prusiano en una posada.
Este no les dejará pasar, al menos que “Bola de sebo” pase una noche con él.
Todos en el carruaje la instaran a que acceda, incluyendo las monjas. Al día
siguiente, los pasajeros, provistos de viandas de todo tipo, volverán a
ignorarla, a condenarla al ostracismo, mientras que “Bola de sebo” llora su
suerte…
El
relato, por sí mismo, ya merece la pena. Es de imprescindible lectura. A mí me
ha parecido que “Bola de sebo” es el pueblo francés que se sacrifica frente al
prusiano, mientras Clero, Nobleza y Burguesía, bien falsos, huyen y miran para
sus intereses. Quizás Maupassant solo quería reflejar la hipocresía de las
clases sociales, y no ir más allá… Ni idea.
El
librito, de 118 páginas, se completa con otros relatos también interesantes, de
apenas algunas páginas, como “La cabellera” un relato ciertamente fetichista, “La
mano”, muy en la línea de Edgar Allan Poe, pero sin los remilgos y los
barroquismos de aquel (este relato ya lo conocía), “Arrepentimiento” sobre los
amores perdidos, o lo que pudo ser y por no lanzarse no fue… “¡Camarero, una
caña!”, sobre como un hecho trágico puede influir en la vida de una persona, en
su destino, en su forma de ser, en su futuro… Y “Minué”, un melancólico relato
sobre tiempos pasados, bailes y personajes (que parecen duendes) de otra época
ya pasada, y olvidada (y que también conocía, pues era uno de los relatos de “El
Cordel”).
En fin, resumiendo: ¿Guy de Maupassant? Por
supuesto, recomendable, imprescindible, impresionante.
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