Lo
cierto es que me ha costado acercarme a esta película. La crítica la pone a
parir y lo más bonito que he leído sobre ella es que es una película de “sobremesa”.
Una vez te pones, te das cuenta de que de “sobremesa” tiene poco.
“La
chica del tren” tiene bastante de película rara, extraña, y difícil de entender.
Una chica, Rachel, se sienta dos veces al día en el asiento del tren. Desde su
lugar privilegiado, puede observar el 15 de Becket Road, su casa favorita, y
fantasea sobre la vida de sus habitantes, sus nombres, sus trabajos... Rachel
acaba de salir de un divorcio que la ha afectado (y mucho), y para colmo, le da
bastante a la botella, tanto que su problema de alcoholismo eleva mucho más sus
delirios paranoicos, en los que comienza a mezclar ficción y realidad, una
peligrosa combinación. Pronto se ve metida en una serie de líos en los que su
mente le jugará una mala pasada, no en vano, miente continuamente… Y ya veréis
que nada parece lo que es…
Película,
como os digo, rara de narices, a mí me ha costado horrores, repito: Horrores,
entender algunas partes de la misma… En fin, visionado bajo vuestra
responsabilidad.
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