(No es Robinson Crusoe, es Sam Savage. Escritor como la copa de un pino)
Sam
Savage llegó a mí, con “Firmin” bajo el brazo, aquella deliciosa y entrañable
rata de librería, poseedora de una crisis existencial tremenda, que hacía de su
vida, por un lado, una auténtica aventura literaria, el placer de saber, y por
otro lado, como decía Goya en su famoso grabado “El sueño de la razón produce
monstruos”, sentir la angustia de ese propio saber.
Creo recordar que, ya aquí, escribí una
entrada sobre el tema, hará seis o siete años. De aquellos lectores del blog,
hoy ya no queda ninguno, si acaso uno o dos, pero en la derecha de la imagen
tenéis un buscador de entradas que os ayudará a encontrarlo, si deseáis
recordarlo. Yo no. Prefiero dejarlo así.
Después Sam Savage desapareció de mi vida, tal
como vino. Me perdí “El lamento del perezoso” y “Cristal”, no porque no
quisiera meterme en ellos, si no por el hecho de que la vida me trajo otras
lecturas, muchas de ellas relacionadas con mi vida, y profesión, como
Historiador del Arte. Casualidades de la vida, hace un par de semanas, me
encontraba en la librería Universitas de Badajoz, comprando algunos libros en
portugués, y vi en un stand, bien visible “El camino del perro” de Sam Savage.
Y no sé si fue la nostalgia que me provocó su nombre, el recuerdo de Firmin, o
el hecho de recordar con mucho cariño su literatura, su manera de escribir, que
lo cogí casi automáticamente, sin dudarlo, con la idea de devorarlo con el
mismo interés que hice con Firmin.
Aquí
me he encontrado, de nuevo al Savage existencialista, en un librito corto, en el
que se le reconoce a él mismo en la voz interior, monolística (permitidme la palabra inventada, de “monólogo”), de
Harold Nivenson, un artista menor. Escritor, pintor, crítico de arte y mecenas
de artistas, que se encuentra al final de su vida, y que reflexiona sobre su
trayectoria vital, su barrio, sus vecinos, el arte, la literatura, la relación
con su hijo, su esposa o su hermana… Mientras su casa, como él mismo, se van
derrumbando por el paso de los años.
Su modo de relatar el pasado, los sueños que
no fueron, la relación con un pintor alemán que se fue a vivir a su casa
(Meininger), sus opiniones sobre los errores cometidos en el pasado, su manera
de afrontarlos, el amor perdido, el suicidio… Destilan mucha tristeza,
resentimiento, pero a la vez, Nivenson busca encontrar la paz interior que solo
Roy, su perro fallecido, pudo durante unos años transmitirle. El puzle de su
vida va tomando forma ante los ojos del lector.
“El
camino del perro” no solo me ha gustado, si no que me ha encantado en todos los
aspectos. Savage se puso a escribir con sesenta y cinco años. Va camino de los
ochenta. Está en la senda de ser uno de los grandes. Sin duda.
2 comentarios:
Duncan, yo también escribí un post sobre Firmin entonces. Me encantó y a veces recuerdo con qué encanto hablaba de "las beldades" y otras cosas. Estaba dudando si leer El camino del perro pero tu post me decide. Ya te contaré cuando lo lea.Deseo que estéis bien y que al fin hayas tenido plaza al aprobar una vez más las siniestras oposiciones. Un abrazo
Ay, las beldades, jajajaja. "El camino del perro" te va a encantar Firmin!!. ¿Te leíste Cristal y El Lamento del perezoso?. No conseguí plaza, llevo tres oposiciones seguidas, consecutivas, aprobadas, pero tengo estabilidad laboral afortunadamente como interino. Un abrazo
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