… La verdad es que no sabía si Diana o no tenía pareja. Anoche, en una de mis escapadas insomnes por los parques de la ciudad la pude ver sentada en un banco. La acompañaba un joven, que parecía dormir, placidamente, en su regazo, mientras Diana le acuciaba el pelo suavemente, con una dulzura exquisita, envidiable, aunque en sus ojos se percibía cierta tristeza.
Me acerque a saludarla, y al hacerlo, me recibió con una media sonrisa y un dedo en la boca, mientras susurraba: “Silencio, no hables muy alto o despertarás a Endimión”.
Me quedé un poco parado. Le guiñé un ojo, y murmuré: “Mañana nos vemos en Tiro con Arco”, y seguí con mi paseo por el parque, buscando, inútilmente, la constelación de Orión en la noche otoñal. Al cabo de un rato, quizás demasiado, mis pasos me llevaron a casa, eran las casi las tres de la mañana y Aquilón, viento viejo y pérfido, soplaba su mortecino aliento en mi nuca. Echo de menos al bueno de Céfiro.
Morfeo, que esperaba al pie de mi cama, nada más entrar en la habitación, me soltó dos bofetadas y me dijo: “¡Ya era hora!, ¿Dónde carajo te metes?, Michel, ese gato del Hades hace rato que duerme, y tú por ahí…”.
Me metí en la cama, y soñé que me quedaba dormido para siempre, tal cual, hasta el fin de los tiempos, silenciosamente…
Me acerque a saludarla, y al hacerlo, me recibió con una media sonrisa y un dedo en la boca, mientras susurraba: “Silencio, no hables muy alto o despertarás a Endimión”.
Me quedé un poco parado. Le guiñé un ojo, y murmuré: “Mañana nos vemos en Tiro con Arco”, y seguí con mi paseo por el parque, buscando, inútilmente, la constelación de Orión en la noche otoñal. Al cabo de un rato, quizás demasiado, mis pasos me llevaron a casa, eran las casi las tres de la mañana y Aquilón, viento viejo y pérfido, soplaba su mortecino aliento en mi nuca. Echo de menos al bueno de Céfiro.
Morfeo, que esperaba al pie de mi cama, nada más entrar en la habitación, me soltó dos bofetadas y me dijo: “¡Ya era hora!, ¿Dónde carajo te metes?, Michel, ese gato del Hades hace rato que duerme, y tú por ahí…”.
Me metí en la cama, y soñé que me quedaba dormido para siempre, tal cual, hasta el fin de los tiempos, silenciosamente…
6 comentarios:
Poema Sentado Endimión de Lope de Vega
Sentado Endimión al pie de Atlante,
enamorado de la Luna hermosa,
dijo con triste voz y alma celosa:
«En tus mudanzas, ¿quién será constante?
Ya creces en mi fe, ya estás menguante,
ya sales, ya te escondes desdeñosa,
ya te muestras serena, ya llorosa,
ya tu epiciclo ocupas arrogante;
ya los opuestos indios enamoras,
y me dejas muriendo todo el día,
o me vienes a ver con luz escasa».
Oyóle Clicie, y dijo: «¿Por qué lloras,
pues amas a la Luna que te enfría?
¡Ay de quien ama al sol que solo abrasa!»
¿te ha gustado?
un beso de Pilar
Uff, pues claro que me gusta Morisot!!, es un poema fantástico para rematar este post de Endimión!!, Grassssias!! ;-)
Gracias a ti descubro nuevos personajes mitológicos. No sabía yo de la existencia de éste.
Besos.
¿Pero quién le ha dado a Morfeo la llave de tu casa? Jajajajaja
Bufff., me ha encantado la historia mitológica, con la pareja del parque. Y el cuadro encaja muy bien.
Además la poesía de Lope de Vega, enviada por Pilar (Morisot), que también es preciosa. Es como un bello regalo que nos hacéis. Gracias.
No se te puede dejar solo. Me fui cuando Polifemo vendía cupones y te encuentro con una depre nocturna en el párrafo último que no cuadra con tu relato "auténtico" como pocos ,y que debe terminar así:
"y soñé que me quedaba dormido suavemente mientras Diana me acariciaba el pelo, mientras recordaba que el del sueño eterno era Endimión" The end
Bueno sigo inspeccionando, no vaya a ser...
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