Me leí “La sombra del
águila” de Arturo Pérez Reverte hace más de veinte años, y fue un libro que me
gustó mucho en su día. Lo disfruté desde las primeras páginas, como un genial
libro de aventuras, donde los hechos reales (hubo cuatro batallones de
españoles luchando bajo bandera francesa en Rusia) se conjuga, magistralmente,
con los personajes y algunos hechos ficticios.
Las peripecias de un
grupo de prisioneros españoles, por parte de las tropas napoleónicas, que, se
enrolan en el ejército francés pensando dar el bote a España tarde o temprano.
En la batalla de Sbodonovo, en 1812, arremeten contra las líneas rusas,
concretamente contra la artillería que los vapulea, en un acto, que Napoleón,
que los está viendo, cree de heroísmo, pero que en realidad oculta un intento
de deserción por parte de todo el batallón 326 de infantería francés integrado
por los españoles.
Ante este hecho, Napoleón
ordena a Murat una carga de caballería que acaba con la victoria francesa, que
arrasa con los rusos, con los españoles en vanguardia. Y, a partir de ahí, las calamidades,
el frío, y las cargas cosacas, son compartidas por los españoles, dentro del
ejército francés, que siguen en su empeño por volver a España, mientras van
cayendo por el camino…
Cuando vi el cómic de
Rubén del Rincón (ya hablamos de él, en “Max:
Los años 20”, otra adaptación al cómic de un libro de Pérez Reverte), “La
sombra del águila” (Galland Books, 2012), no pude resistirme a leerlo,
poniéndoles cara a los diversos personajes y rememorando aquella novela corta
de Reverte, que me bebí prácticamente, hace más de veinte años.
El cómic es francamente entretenido, muy bien
adaptado y narrado, y se lee en poco tiempo. A mi por lo menos, con él en las
manos, el tiempo se me ha pasado volando, y he disfrutado muchísimo de una gran
aventura de un puñado de españoles en el gélido frente ruso de 1812. Lo recomiendo.
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