No me he leído “El tango
de la guardia vieja” (2012) de Arturo Pérez-Reverte, pero al leer, por encima
sobre “Max. Los años veinte” (Planeta, 2019), de Salva Rubio (guión, el cual
conocemos a través de su cómic “Monet”,
o “El
fotógrafo de Mauthausen”, de los cuales ya hemos comentado cosas por aquí),
Rubén del Rincón (Dibujo) y color de Amelie&Lerolle, cómic spin-off, del
libro, me pareció ciertamente curioso, y decidí comprarme esta semana el
volumen.
Tengo que reconocer que
el cómic me ha parecido muy interesante, al igual que el personaje, que es
bastante “Pérez-Revertiano” en muchos aspectos. A Pérez-Reverte le va el rollo
de barrios chungos, gente chunga, pero con cierto grado de honor, o nobleza
entre ellos, lo vi al leer “Alatriste”, y lo leo en muchos de sus artículos.
Tiene cierto idealismo sobre algunas épocas, y personajes, y ese es un sello muy
suyo. Con personajes entrañables, a pesar de las circunstancias, que sabes que
van a acabar fatal (aquí hay un caso, de un oficial ruso, que me lo olí desde
la primera viñeta). Y a mí, me gusta, aunque reconozco que no lo leo tanto como
me gustaría. Suelo leer más a Eslava, con su permiso.
En “Max: Los años veinte”
(Planeta, 2019), nos encontramos a Max Costa, un personaje creado por
Pérez-Reverte, al parecer, para el libro que antes os hacía mención. Estamos en
Barcelona, en 1921, ciudad letal, ya que está habitada por gente bastante chunga,
desde navajeros, hasta ladrones, asesinos, anarquistas… De todo lo mejor de
cada casa. Max es un joven bailarín que sueña con el triunfo, con ciertas
habilidades casi de tortuga-ninja. Un mal golpe lo llevará a huir al norte de
África, a alistarse en el Tercio de Extranjeros (después conocido como La Legión),
y meterse de lleno en aquella matanza que fue Annual, en mitad de la Guerra del
Rif (¿Hubo legionarios en Annual?, yo creo recordar que era ejército regular,
pero quizás puedas aclarármelo, ya que es una de las dudas que tengo… Bueno, en
realidad no la tengo, no hubo y menos con ese uniforme), será testigo de las
cargas inútiles del Regimiento Alcántara, y finalmente, llegará más muerto que
vivo a Melilla.
La vuelta a Barcelona,
le traerá viejos y amargos recuerdos, así como enemigos y cuentas pendientes.
En Marsella se propondrá cambiar su vida, en compañía de una joven misteriosa
que le salva la vida, y en París, tocar la gloria con la punta de los dedos,
antes de volver a la capital catalana…
El cómic está
francamente bien. Hay cosas que me han rayado un poco, como la presencia de
legionarios en Annual, o la manera en la que Rubén del Rincón ha dibujado a los
soldados manejando sus fusiles, entre otras cosas. El personaje, a ratos, me
recuerda a Corto Maltés, o a un James Bond hispánico, con su elegancia, su
porte y su éxito entre las féminas. Los personajes que rodean a Max, desde la gitana
sevillana, hasta Boris el ruso, pasando por Boske (la chica gato) ayudan mucho
a afianzarlo, a lo largo de las viñetas.
Esta escena, no sé bien por qué, me recordó a Corto Maltés...
En las páginas finales,
se añade una última historia corta, y hay un interesante anexo donde se recrean,
y se explican, las situaciones y lugares por donde pasa Max, dando una mayor
coherencia a todo lo leído con anterioridad.
No sé, sinceramente, si
Max acabará sus aventuras aquí, pero, personalmente, me gustaría seguir leyendo
sus aventuras y desventuras en próximas ediciones. Ojalá sea así, Max se lo
merece.
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