Revelaciones… Unas pocas… Destripo parte de la trama, así que tú sabrás…
Reconozco
haberme acercado a “Cazafantasmas. Más allá” (2021) sin demasiadas esperanzas
ni ilusiones. Creo que la marca dejó en su día el listón muy alto, y los
intentos por recuperarla siempre pueden terminar cagándola (esa es la palabra),
para vergüenza de propios y extraños.
En
esta ocasión, la sensación es agridulce. Por un lado, han conseguido recuperar bastantes guiños para aquellos que disfrutamos de las
dos películas canon de la historia original, con monstruos, fantasmas y
divinidades sumerias que ya nos son familiares (mítica la frase: ¿Eres tú un
Dios?), así como el aparataje de trampas y rayos para cazar fantasmas, el vehículo
Ecto-1 o la aparición de los Cazafantasmas originales, como no podía ser de otra
forma, en el final de la película en una batalla épica… Aún me pregunto cómo
han podido convencer a Bill Murray y a su EGO para hacer un pequeño papel, y he
suspirado por la ausencia de Rick Moranis… Por otro lado, se repiten arquetipos vistos hasta el infinito y más allá (nunca mejor dicho), y el espectador se ve venir determinados hechos, tramas, y secuencias enteras...
El
fallecimiento de Harold Ramis dejaba coja a la franquicia, pero… ¿Y si recuperábamos
la historia del extravagante Egon Spengeler a través de una familia a la que
apenas había tratado? Pues que nos salía una película como la presente.
Egon
se refugia en un pueblo de mala muerte, en una granja concretamente, que haría
las delicias de Tim Burton, tras los acontecimientos de “Cazafantasmas II” y tras
la debacle del negocio fantasmal, por falta de clientela. Allí, lucharía contra
la posible nueva venida de la divinidad sumeria Gozer, que es el archienemigo
de los “Cazafantasmas”.
La
llegada de la familia de Egon al pueblo, tras su muerte, para reclamar la
herencia familiar, llevará a la población a sufrir una serie de fenómenos
paranormales, a los que se enfrentará la nieta del propio Egon, Phoebe (que es
una copia de su abuelo cinematográfico), junto a un Paul Rudd que hace de un
profesor un tanto raro y estrambótico, que es el que pone el punto de humor y
de absurdez a la cinta, y de un pequeño seguidor de Iker Jiménez de Primaria “Podcast”
especializado en conspiraciones, fantasmas y todo lo paranormal posible (yo
también admiro a Iker, Ojo), junto a su hermano Trevor (hermano de Phoebe), que
es el archifamoso “Stranger Things” Finn Wolfhard, que sigue viviendo de las
rentas, y cuya serie estrella ya hizo en su día un guiño a los propios “Cazafantasmas”.
Quitando
las historias secundarias, que hacen perder media hora de metraje y bostezar al
más esforzado, nos queda una película entretenida, donde los “Cazafantasmas”
originales, que han envejecido regular, aparecerán para hacerle frente a su
viejo enemigo, junto al fantasma del propio Egon (emotivo al máximo, y más cuando la película está dedicada a su memoria) y a la
pequeña Phoebe.
Tenemos,
así pues, una película para pasar el rato, pero no para ponerse muy estupendos
y fácilmente olvidable al cabo de uno o dos días. Así mismo, algunas escenas
post-créditos añaden expectativas, que se quedan quizás un tanto cortas e
incoherentes. En una de ellas, el típico tonteo Murray-Weaver, que no lleva a
nada y que pocos entenderán (ni ellos mismos).
La
dejo a vuestra entera elección. Ya me diréis.
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