Revelaciones, spoilers, como queráis llamarlo… Vienen por un
tubo, así que advertidos quedáis…
“Archivo
81” (Netflix, 2021) es una serie de ocho episodios en su Primera Temporada, y
espero que no sea la última, en la que me han vendido desde el primer día que
era de terror.
Nada
más lejos de la realidad, de terror nada. Ni escalofríos, ni sustos, ni sobresaltos
que valgan. Tiene algo de suspense, intriga, y muchas vueltas y vueltas, que
hacen que el argumento se vuelva retorcido por momentos, pero sin llegar a los
niveles de que te vaya a explotar la cabeza.
Me
ha recordado a ratos a películas como “Tesis” (en su primer episodio), “Shutter
Island” (2010), o “El proyecto de la Bruja de Blair”, que casualmente, se
nombra en uno de los episodios.
En
la narrativa, tenemos en los años noventa, a Melody, una joven que investiga un
edificio, el Visser, que ardió durante los años veinte llevándose a todo el
mundo por delante y que fue rehecho. Los habitantes del edificio son raros
raros raros, pero ella, cámara en mano, lo va grabando todo, hasta cuando mea.
En
el presente, Dan, un joven afroamericano, se dedica a digitalizar películas
antiguas de dvds, y es contratado por un tal Davenport para digitalizar unas
tropecientas mil cintas que guarda en una casita de campo con sus rutinarias 55
cámaras de vigilancia, y con menos cobertura que un pueblo de Extremadura.
Pronto,
Dan descubre que las cintas cuentan la historia de Melody, paso a paso, pues
esta chica dormía, comía, se duchaba con la cámara en la mano y grababa
absolutamente todo (como os decía) lo que sucedía en el edificio, descubriendo
que allí había establecida una secta loca, adoradores de Vega de “Street Fighter”,
que quieren traer a este plano existencial a un demonio sumerio o algo
parecido, que ríete tú de Gozer de “Los Cazafantasmas”, y que para ello
necesitan hacer un sacrificio (por eso es mejor perder la virginidad cuanto
antes, por si te secuestra una secta de estas raras y te exigen el carnet de
pureza mediante). Y, a la vez, el pobre Dan, que no gana para espantos (se tira
seis episodios con cara de estreñio), descubre que su padre era el psiquiatra
de Melody, y que estaba metido hasta las cejas en toda la historia que él está visionando…
El
caso es que pasado y presente se juntan, tipo “Ghost”, pero sin hacer cuencos
de arcilla, y Dan y un colega friki gordo, que milagrosamente no se cargan nada
más aparecer, investigan, tiran de hilos, y descubren todo el pastel en una
serie que bien podría haberse llamado “Sectas, tarados y cintas de vídeo”, y
hubiera molado más que “Archivo 81”, que suena más a cafetería indie o incluso
a biblioteca alternativa…
Resumiendo: Estamos ante una serie interesante, que retoza mucho en su metraje, haciéndose a ratos larga de cojones, y abriendo muchos hilos argumentales, que, a la hora de la verdad, resulta que son simples distracciones para el final que nos espera. Deja la puerta abierta claramente a una Segunda Temporada, que, de estrenarse, ya puede tirar cohetes y hacer piruetas y triples mortales, porque creo que “el pescado está revendido”, y la originalidad podría echarse de menos sino juegan bien sus cartas… Vedla, y me decís.
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