Hasta donde yo sé, los trolls
son seres de la mitología nórdica. Con la luz del sol se convertían en piedra y
morían, así lo leí yo en “El Hobbit” hace cuarenta años, y así les sucedía
igualmente en series como “David El Gnomo”. En otras versiones, eran habitantes
de los bajos de los puentes en el medievo y te cobraban por pasar o te exigían
la resolución de una adivinanza o acertijo a cambio del peaje… Cinematográficamente,
había una película del 86, donde la familia Potter, donde había dos Harry
Potter (padre e hijo) tenían que enfrentarse a uno y a su anillo mágico. Creo
recordar que estaban presentes en el Universo de “Harry Potter”, el
archiconocido mago de la marca en la frente (no la familia del 86). Aparecen en
la película “Willow”, donde el personaje los odia y los teme, en las ruinas del
Castillo de Tir Asleen… En las dos películas de animación, con el mismo nombre,
donde son bichos adorables de colores… Son seres, por tanto, presentes en
nuestras pantallas de cine desde hace mucho tiempo
Usar un ser de la mitología
noruega, como un “Troll” (Noruega, 2022) para hacer una película de monstruos
gigantescos no es muy original, en mi opinión. Tenemos otros muchos
cinematográficos como Godzilla, King Kong, toda la saga de “Parque Jurásico” o
“El Ataque de la Mujer de 50 pies”, sin pensar en mucho…
“Troll”, por tanto, no ofrece mucho. En la
narrativa tenemos que un troll es resucitado a consecuencias de unas obras
ferroviarias, algo que nunca pasaría en Extremadura. El troll, que mide varias
docenas de metros y se mueve bajo la luz del sol como “Pedro por su casa”,
comienza a liarla parda comiendo noruegos mientras que la protagonista (una
paleóloga) y su padre (un folklorista que odia el cristianismo) discuten
durante parte del metraje dando vergüenza ajena, a partes iguales.
El troll que nos atañe, que
tarda 35 minutos en aparecer en escena, destruye prácticamente todo el ejército
noruego con relativa facilidad, y de paso, todo lo que huela a Catolicismo,
iglesias y campanas incluidas.
La misión es cargarse al
troll, aunque nos van metiendo el rollo “Troll bueno, salvemos a nuestros seres
autóctonos que el cristianismo se cargó cuando llegó a Noruega…”, que llega a
cansar un poco.
En definitiva: Películas como
estas hemos visto a patadas. Entretenida y previsible, no merece tirar ni
petardos. Hay un personaje, que es un asesor de la Primera Ministra Noruega,
que de habérselo ahorrado, la cinta ganaría muchos puntos. Le sobra media hora,
como no podía ser de otra manera, y una escena post-créditos amenaza con
secuela. Dios nos libre… Digo, Odin…
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