“La
mascota del regimiento” (1937) es de las películas menos comprometidas,
socialmente hablando, de las que he visto de Ford. No desmerece como película
de entretenimiento, pero desde luego, está lejos de “Las uvas de la ira” o de “¡Qué
verde era mi valle!”.
Ford
añade alguna crítica, sutil, al imperialismo británico (o eso me parece), pero aún no había
llegado al nivel que llegaría más tarde. Una curiosidad de la película en DVD
es que la cinta sufrió, durante el franquismo, cortes enteros por parte de la
censura, y al volver a montar el metraje (ya en la democracia) quedó para
siempre maltratada, con partes en ingles subtitulado. Hoy en día nos parece una
gilipollez, pero entonces… Cortes cuando se habla de amuletos mágicos indios, o
cuando salen los escoceses recién levantados, vestidos simplemente con sus
kilts, bueno… Los escoceses son censurados casi en toda la película, casi media
hora de metraje censurado.
Pero,
¿De qué va la película?, pues está basada en una novela de Rudyard Kipling, que
nació en la India precisamente, que es donde se desarrolla nuestra historia: Hasta la India británica llegan Joyce Williams
y su pequeña hija Priscilla (Shirley Temple). Su destino es un pequeño puesto
avanzado, defendido por una compañía escocesa, donde el abuelo de la pequeña es
el Coronel al mando. Un estirado, severo y colérico militar de la vieja escuela.
Pronto, la niña con sus risueñas ocurrencias, se gana la confianza de propios y
extraños, comenzando una bonita amistad con el sargento McDuff, el típico suboficial
rudo pero bonachón. Todo aderezado con una buena dosis de gaitas.
La
niña, con toda su inocencia, compartirá su vida con la camadería de los
soldados, bajo la sombra de un posible ataque local al puesto avanzado, e
incluso obtendrá el cariño de los locales, sobre todo de un líder llamado Khoda
Khan (al fin y al cabo, Priscilla ayuda a los rebeldes sin quererlo haciendo de mensajera). Ford le
saca provecho a las situaciones humorísticas de la jovencita Shirley Temple y
el sargento (Víctor McLaglen, ganador de un Oscar en 1935 por “El delator”), había
“feeling” y se notaba. Y de hecho, creo que no fue la única vez que
interpretaron juntos. Víctor McLaglen, irlandés, era un típico actor de
westerns y fue nominado a otro Oscar por “El hombre tranquilo”. Y una
curiosidad más, el personaje de Khoda Khan está interpretado por César Romero,
conocido por hacer de Joker en el Batman legendario y barrigudo de Adam West (¡Ay!,
lo que me río con Adam West).
La
subtrama es la relación de la madre (una bellísima June Lang, que casualmente
murió casi a la vez que Shirley Temple) con un soldado de la compañía, el
típico guaperas de la época con el bigote a lo Clark Gable. Por supuesto, estas
escenas fueron censuradas en la España de Franco.
El
final, un tanto idílico, no olvida que es, a fin de cuentas, cine de
entretenimiento. Nos quedamos sin el sargento, caído en combate, pero con un
epilogo que huye del posible desenlace real que hubiera sido de muertes hasta
el último de los créditos.
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