De nuevo en casa, de nuevo en paro.

Cuando llegué a casa, a eso de las tres de la tarde, Micho I de Gato estaba viendo un documental sobre la Guerra del Vietnam en el Canal de Historia desde la comodidad de su puff naranja. El gato frac tenía patas arriba todo el Salón, había caído un vaso, los diferentes periódicos y dominicales del fin de semana estaban esparcidos por todo el piso, y mi colección de grandes figuras del jazz se repartía entre el pasillo que va al Patio-Lavadero y el baño. Tras informar a mi felino amigo de mi nueva situación laboral (en Paro nuevamente y sin expectativas hasta enero), el cual lanzó un bufido de insatisfación, me dejé caer pesadamente encima de El País del pasado sábado, que alfombraba una de nuestras escasas sillas. Las miodesopsias se agolpaban en mis retinas y afuera, podía verlo desde mi asiento, llovía mansamente.


Almorcé dos latas de atún (una de ellas tuve que compartirla con Micho I de Gato) y de postre me zampé un plátano pocho que se estropeaba en la cocina. Me tomé un termagil y me quedé profundamente dormido en la silla, sentado encima de El País, mientras Micho seguía atentamente el vuelo hipnótico de los UH-1D norteamericanos por el cielo vietnamita en la vieja pantalla de televisión. Soñé con farolas que levitaban en el aire, con barcos anclados en tierra que echaban raíces y daban frutos y con las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury... (P.D: Lo mismo que estos gatitos del vídeo...)