A lo largo de la Historia de las películas de terror, hemos visto castillos y casas encantadas, mansiones embrujadas, al diablo sobre ruedas de un camión, coches asesinos, pero nos faltaba ver… “La Caravana del Mal” (2020).
Y, es que, el Mal puede viajar en una caravana, ¿Por qué no? Matando a diestro y siniestro, siempre que tenga dentro al espíritu asesino de su dueño, que venía incluido en el precio.
Una familia sale de viaje en una caravana del Paleolítico Superior, recientemente adquirida. Todo es alegría y felicidad: Esto no funciona, aquello apesta, parémonos a recoger autoestopistas que para eso estamos en Estados Unidos…
El caso es que la Caravana tiene unos planes de muerte para todos. Se vuelve medio loca en mitad del desierto, y tras demostrarles que puede pasar de cero a cien en cuatro segundos y medio, le da por ir cargándose a los integrantes de tan absurdo viaje a la nada.
La película es bastante
mala, y solo sobresale alguna escena un tanto escabrosa. Denise Richards, que
es una de las protagonistas femeninas, ha envejecido mal o se ha pasado con la
mezcla de botox y silicona industrial y parece una carpa recién pescada, y
quizás sea la menos creíble del elenco, a pesar de las muchas tablas que ya
tiene la chica en estos lares cinematográficos.
Los personajes no convencen, ni en su desarrollo, ni en sus actitudes ante las diversas vicisitudes que le plantea la Caravana, a la que solo le falta descojonarse de la risa sonoramente mientras el espíritu de su antiguo dueño, un Adonis que he llegado a pensar que era el mismísimo Joaquín Reyes haciendo de las suyas, se pasea alegremente por ahí… La dejo a vuestra elección, pero avisados estáis.
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