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martes, 6 de diciembre de 2022

Troll (Netflix, 2022)

 

        Hasta donde yo sé, los trolls son seres de la mitología nórdica. Con la luz del sol se convertían en piedra y morían, así lo leí yo en “El Hobbit” hace cuarenta años, y así les sucedía igualmente en series como “David El Gnomo”. En otras versiones, eran habitantes de los bajos de los puentes en el medievo y te cobraban por pasar o te exigían la resolución de una adivinanza o acertijo a cambio del peaje… Cinematográficamente, había una película del 86, donde la familia Potter, donde había dos Harry Potter (padre e hijo) tenían que enfrentarse a uno y a su anillo mágico. Creo recordar que estaban presentes en el Universo de “Harry Potter”, el archiconocido mago de la marca en la frente (no la familia del 86). Aparecen en la película “Willow”, donde el personaje los odia y los teme, en las ruinas del Castillo de Tir Asleen… En las dos películas de animación, con el mismo nombre, donde son bichos adorables de colores… Son seres, por tanto, presentes en nuestras pantallas de cine desde hace mucho tiempo


        Usar un ser de la mitología noruega, como un “Troll” (Noruega, 2022) para hacer una película de monstruos gigantescos no es muy original, en mi opinión. Tenemos otros muchos cinematográficos como Godzilla, King Kong, toda la saga de “Parque Jurásico” o “El Ataque de la Mujer de 50 pies”, sin pensar en mucho…


    “Troll”, por tanto, no ofrece mucho. En la narrativa tenemos que un troll es resucitado a consecuencias de unas obras ferroviarias, algo que nunca pasaría en Extremadura. El troll, que mide varias docenas de metros y se mueve bajo la luz del sol como “Pedro por su casa”, comienza a liarla parda comiendo noruegos mientras que la protagonista (una paleóloga) y su padre (un folklorista que odia el cristianismo) discuten durante parte del metraje dando vergüenza ajena, a partes iguales.


        El troll que nos atañe, que tarda 35 minutos en aparecer en escena, destruye prácticamente todo el ejército noruego con relativa facilidad, y de paso, todo lo que huela a Catolicismo, iglesias y campanas incluidas.


        La misión es cargarse al troll, aunque nos van metiendo el rollo “Troll bueno, salvemos a nuestros seres autóctonos que el cristianismo se cargó cuando llegó a Noruega…”, que llega a cansar un poco.


        En definitiva: Películas como estas hemos visto a patadas. Entretenida y previsible, no merece tirar ni petardos. Hay un personaje, que es un asesor de la Primera Ministra Noruega, que de habérselo ahorrado, la cinta ganaría muchos puntos. Le sobra media hora, como no podía ser de otra manera, y una escena post-créditos amenaza con secuela. Dios nos libre… Digo, Odin…

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