Hacía tiempo que no veía una película sueca, y he tenido la oportunidad
de ver esta producción que viene bajo el paraguas de Netflix, “Una Vida
Honrada”, se le ha llamado en España, “Una Vida Honesta” en algunos países de
Hispano-América.
Basada en una novela del
mismo título que no me he leído ni pienso, la película estrenada el 31 de julio
de 2025, viene de la mano del director sueco Mikael Marcimain, un tipo que ha
hecho más series que largometrajes en su carrera cinematográfica, y que no es
muy conocido por estos lares, hasta donde yo sé y recuerde.
“La Vida Honrada” tiene un
metraje de una hora y cincuenta y cinco minutos, con una narrativa que juraría
haber visto ya en otras producciones, que mezcla temáticas interesantes, como
el anarquismo (por definirlo de alguna manera), la búsqueda de uno mismo, los
comienzos, y, en parte, el sentido de la vida, o el encontrarse/ubicarse en una
sociedad en la que puede ser que no encajes. El ritmo es lento, a ratos
irregular, y lo más interesante, que contiene un leve giro que ya no te
sorprende, lo puedes encontrar en los quince últimos minutos de la película.
¿De qué va “Una Vida
Honrada”? La historia gira en torno a Simon (Simon Lööf), un chico “de
provincias”, donde era el número uno de su promoción, que se muda a Lund, en el
sur de Suecia, ciudad universitaria, a estudiar Derecho.
Simon tiene encima menos
dinero que uno que está en la ducha, pero ya desde el principio tiene claro que
no quiere irse a una residencia universitaria, y se busca una habitación
alquilada en una casa superpija de nenes de papá, donde lo van a tratar como
una ñorda desde el primer minuto que cruza la puerta. El tema de las clases
sociales, la exclusión social, la marginalidad social, aparece muy reflejado a
lo largo de toda la película, y es algo en lo que se va a insistir mucho. Los
de arriba pisan a los de abajo, y encima el ambiente universitario, flexible
como una barra de hierro, tampoco ayuda mucho en el desarrollo de algunas
personas, como es el caso del propio Simon.
Nada más llegar a la
ciudad, Simon se ve metido en una manifestación violenta que coincide con un
robo por parte de un grupo de jóvenes anarquistas. Ahí conoce a Max (Nora Ríos)
que le ayuda a quitarse de encima a un policía que la toma con él pensando que
es uno de los manifestantes.
Los dos se encaprichan
mutuamente. Simon, por supuesto, mucho más por ella que ella por él. Y Max lo
introduce en un mundo que va en contra de todo lo que Simon había creído, o que
creía creer, porque no tiene las ideas muy claras o es más débil mentalmente de
lo que te puedes imaginar.
Pronto se ve metido en un
grupo llamado “Los Bandidos”, que es un grupo anarquista, con ciertos aires a
lo “Robin Hood”, que da golpes a clases altas, y que sale siempre indemne de
ellos.
Viven con un antiguo
profesor universitario en una gran casa, donde beben, comen, filosofan y Simon
comienza a encontrar su sitio, ilegal en todos los sentidos y contrario a lo
que estudia, pero donde ve que puede encajar, más allá de idearios y actos
vandálicos, siente la adrenalina y los deliciosos que se monta con Max le
ayudan a ir convenciéndose de que ese es realmente su lugar mientras se agranda
la brecha social con sus compañeros de alquiler, los nenes pijos, que lo ven
prácticamente como un mayordomo al que trolear, sacarle los cuartos y mofarse
de él.
Por otro lado, el nivel de
atracos y actos por parte del grupo, que no usa sus nombres reales, y que
mienten más que corren, comienza a subir y Simon se ve envuelto en una espiral
en la que le va a resultar difícil salir. El grupo le exige el 100% de
compromiso, pero Simon es reticente al uso de la violencia, más de las
pistolas, y las dudas le asaltan…
En definitiva: Película para pasar el rato, a la que le sobra perfectamente media hora de metraje para ganar ritmo y superar esa lentitud que lleva en su ecuador, que es como ver al Guadiana a su paso por Badajoz. El debate social, la reflexión que plantea en su conjunto es interesante, aunque no me ha parecido novedoso, y en su último tercio se convierte en un thriller más del montón. Las interpretaciones aceptables, y la ciudad de Lund participa igualmente con toda su vida universitaria, sus clases, sus fiestas y discotecas. La BSO también me ha parecido muy buena, y más si suena en un tocadiscos, y merece destacar la aparición de un gato que hace un papel digno de algún premio cinematográfico internacional. De nota, le voy a dar un 5 raspadete.
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