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viernes, 15 de agosto de 2025

Una vida honrada (2025)

 

        Hacía tiempo que no veía una película sueca, y he tenido la oportunidad de ver esta producción que viene bajo el paraguas de Netflix, “Una Vida Honrada”, se le ha llamado en España, “Una Vida Honesta” en algunos países de Hispano-América.

        Basada en una novela del mismo título que no me he leído ni pienso, la película estrenada el 31 de julio de 2025, viene de la mano del director sueco Mikael Marcimain, un tipo que ha hecho más series que largometrajes en su carrera cinematográfica, y que no es muy conocido por estos lares, hasta donde yo sé y recuerde.


        “La Vida Honrada” tiene un metraje de una hora y cincuenta y cinco minutos, con una narrativa que juraría haber visto ya en otras producciones, que mezcla temáticas interesantes, como el anarquismo (por definirlo de alguna manera), la búsqueda de uno mismo, los comienzos, y, en parte, el sentido de la vida, o el encontrarse/ubicarse en una sociedad en la que puede ser que no encajes. El ritmo es lento, a ratos irregular, y lo más interesante, que contiene un leve giro que ya no te sorprende, lo puedes encontrar en los quince últimos minutos de la película.

        ¿De qué va “Una Vida Honrada”? La historia gira en torno a Simon (Simon Lööf), un chico “de provincias”, donde era el número uno de su promoción, que se muda a Lund, en el sur de Suecia, ciudad universitaria, a estudiar Derecho.


        Simon tiene encima menos dinero que uno que está en la ducha, pero ya desde el principio tiene claro que no quiere irse a una residencia universitaria, y se busca una habitación alquilada en una casa superpija de nenes de papá, donde lo van a tratar como una ñorda desde el primer minuto que cruza la puerta. El tema de las clases sociales, la exclusión social, la marginalidad social, aparece muy reflejado a lo largo de toda la película, y es algo en lo que se va a insistir mucho. Los de arriba pisan a los de abajo, y encima el ambiente universitario, flexible como una barra de hierro, tampoco ayuda mucho en el desarrollo de algunas personas, como es el caso del propio Simon.

        Nada más llegar a la ciudad, Simon se ve metido en una manifestación violenta que coincide con un robo por parte de un grupo de jóvenes anarquistas. Ahí conoce a Max (Nora Ríos) que le ayuda a quitarse de encima a un policía que la toma con él pensando que es uno de los manifestantes.


        Los dos se encaprichan mutuamente. Simon, por supuesto, mucho más por ella que ella por él. Y Max lo introduce en un mundo que va en contra de todo lo que Simon había creído, o que creía creer, porque no tiene las ideas muy claras o es más débil mentalmente de lo que te puedes imaginar.

        Pronto se ve metido en un grupo llamado “Los Bandidos”, que es un grupo anarquista, con ciertos aires a lo “Robin Hood”, que da golpes a clases altas, y que sale siempre indemne de ellos.


        Viven con un antiguo profesor universitario en una gran casa, donde beben, comen, filosofan y Simon comienza a encontrar su sitio, ilegal en todos los sentidos y contrario a lo que estudia, pero donde ve que puede encajar, más allá de idearios y actos vandálicos, siente la adrenalina y los deliciosos que se monta con Max le ayudan a ir convenciéndose de que ese es realmente su lugar mientras se agranda la brecha social con sus compañeros de alquiler, los nenes pijos, que lo ven prácticamente como un mayordomo al que trolear, sacarle los cuartos y mofarse de él.

        Por otro lado, el nivel de atracos y actos por parte del grupo, que no usa sus nombres reales, y que mienten más que corren, comienza a subir y Simon se ve envuelto en una espiral en la que le va a resultar difícil salir. El grupo le exige el 100% de compromiso, pero Simon es reticente al uso de la violencia, más de las pistolas, y las dudas le asaltan…


        En definitiva: Película para pasar el rato, a la que le sobra perfectamente media hora de metraje para ganar ritmo y superar esa lentitud que lleva en su ecuador, que es como ver al Guadiana a su paso por Badajoz. El debate social, la reflexión que plantea en su conjunto es interesante, aunque no me ha parecido novedoso, y en su último tercio se convierte en un thriller más del montón. Las interpretaciones aceptables, y la ciudad de Lund participa igualmente con toda su vida universitaria, sus clases, sus fiestas y discotecas. La BSO también me ha parecido muy buena, y más si suena en un tocadiscos, y merece destacar la aparición de un gato que hace un papel digno de algún premio cinematográfico internacional. De nota, le voy a dar un 5 raspadete.

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