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jueves, 14 de agosto de 2025

La Chica de la Aguja (2024)


        Hacía mucho tiempo que no veía una película en blanco y negro, y me apetecía mucho. A mi me encantan porque creo que son ideales para transmitir ciertas cosas, ciertos sentimientos, pero la inmensa mayoría de mis alumnos, es muy curioso, se ponen con las tripas revueltas cada vez que les pongo una película de estas características.

        Así, buscando alguna reciente, he llegado a la producción danesa “La Chica de la Aguja”, película de 2024, rodada como os digo en un bellísimo blanco y negro, con una fotografía de las que quitan el hipo, que recuerdan mucho al expresionismo alemán de los años veinte, con bastante gótico, y una narrativa detrás que mezcla de todo un poco, tiene una pizca de horror, una pizca de drama psicológico del copón, porque a la protagonista le pasa de todo, y una base que se asienta en un hecho real, concretamente en una asesina en serie danesa llamada Dagmar Overbye que hizo de las suyas entre 1913-1920, finiquitando, según fuentes, entre 9-25 menores de edad (nueve probados), y que, aunque no es la protagonista (la asesina en serie, digo), se toma un cara a cara en interpretación con nuestra protagonista de diez. Las dos actrices principales están de diez, lo bordan.


        Estamos en Dinamarca, concretamente en Copenhague, es 1918 y la Primera Guerra Mundial vive sus últimos compases. Aunque el país no participa en el conflicto, se aprovecha de la situación (al igual por cierto que hizo España) para vender uniformes y otros útiles.

        El marido de nuestra protagonista, Karoline (Vic Carmen Sonne), está en el frente y hace muchísimo tiempo que ella no sabe de él, ya que no contesta a sus cartas. La verdad es que no me ha quedado claro, porque no te lo dicen más que otra cosa, que hace este hombre en la Guerra perteneciendo a un país neutral.

Ella trabaja en una fábrica textil que suministra estos mencionados uniformes de guerra. En un encuentro sexual, queda embarazada de su jefe, un joven burgués que vive bajo la sombra de su madre, la cual echa sin contemplaciones a Karoline desentendiéndose de ella y del bebé que trae.


Cuando cree que su esposo había muerto, este regresa con una máscara, con el rostro desfigurado, y a pesar de que el tipo parece no tomarse mal el embarazo de su esposa, esta lo echa de su vida.

Angustiada ante la situación, viéndose sola, se autolesiona con una aguja del tamaño de un florete en unos baños públicos, allí conoce a Dagmar Overbye (Trine Dyrholm), que le dice que ella puede buscarle una vida mejor a su bebé, aunque en realidad, se los carga de las maneras más terribles.

Karoline entra a trabajar para Dagmar como nodriza, que está enganchada al éter, y que mantiene a una niña (Erena), ya de cierta edad, a la que Karoline empieza a darle el pecho. Todo muy raruno, sí. Una vez descubre el final de los bebés, que no es precisamente la adopción, Karoline se enfrenta a Dagmar, y en el forcejeo, se cargan a otro bebé más. Karoline escapa tirándose por la ventana, que mete un buen porrazo, por cierto, y Dagmar es arrestada.


Al final, Karoline, vuelve con su esposo, que trabaja en un circo, y adoptan a Erena, que se ha quedado sola.

Y todo en una hora y cincuenta minutos de metraje al que no le vamos a quitar nada, ya que lo he visto bien distribuido y me ha enganchado desde el principio hasta el final sin casi pestañear.

 

        Resumiendo: “la Chica de la Aguja” no es una película para todos los públicos, no es una película para menores, pero es una película que, si te gusta el cine, el cine independiente y con una buena historia detrás, el real (en el que ves a gente haciendo sus cositas), seguro que te va a gustar. Es un drama auténtico que toca muchísimos palos, desde la maternidad, el aborto, las condiciones de vida de la población tras La Gran Guerra, de las mujeres en especial, las clases sociales, burguesía-proletariado, pobreza… Y el blanco y negro funciona a la perfección. Vuelvo a repetir que la fotografía es increíble, la música también es muy buena, sobre todo cuando se asocia al consumo del éter, y el expresionismo, y hasta el surrealismo, lo vas a ver en escenas como el primer plano de los ojos, guiños al propio cine con la salida de las obreras de la fábrica filmada en un plano calcado a la de los hermanos Lumière de 1896, que dura 46 segundos exactos, y me atrevería a decir que hay algo hasta de “Nosferatu” en el tema. Esto es cine de autor.

        Mi nota: Un 7, y no exagero.

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