Han pasado 23 años desde que se estrenara “28 días después” y 18 desde
“28 semanas después”, y volvemos a una nueva entrega, la tercera, que por lo
visto no la última, de esta saga de zombis británicos post-apocalípticos
nudistas, de la mano de Danny Boyle a la batuta y Alex Garland a los bolígrafos
y la tecla, que en esta ocasión se ha titulado “28 años después”.
Estrenada el pasado 20 de
junio de 2025, la película retoma aquella sociedad británica, que había sufrido
un bote de rabia mutante, como el que puede causar una pandilla de
cianobacterias del Guadiana, que los ha transformado a todos en zombis, y que
ahora nos presentan una isla que es una enorme prisión en cuarentena donde los
europeos se salvaron de la crisis, y mantienen bajo vigilancia tanto a zombis
como a la gente que se salvó en pequeñas comunidades fortificadas, como la que
protagoniza la película, donde todos se conocen, son felices con su nueva
sociedad y la bandera inglesa ondea.
Avanzo que la película es
mala, irregular y bastante infumable por momentos, pero me ha entretenido a
pesar de que he llegado a bufar más que un gato mojado.
Algunas cosas me han
llamado la atención de “28 años después” y su hora y cincuenta minutos de
metraje. Una de ellas es la reivindicación del arco, del tiro con arco como
deporte nacional.
A mí me encanta, de hecho, lo he practicado durante
más de veinte años, con carnet de la Federación, y mi vista ya no me deja
disfrutarlo, pero aún tengo un arco olímpico de hace con 35 años a las espaldas
y un long-bow inglés precisamente. Y conozco bien lo que representó el tiro con
arco en Inglaterra, y como los ingleses arrasaron con la caballería francesa en
la Guerra de los Cien Años, en batallas decisivas como Agincourt o Crecy,
gracias a sus arqueros, e hicieron el mismo tanto contra los castellanos en la
Batalla de Aljubarrota, donde mis amigos portugueses minimizan el papel del
arco largo inglés cuando hablo con ellos.
La importancia del tiro con arco, su práctica,
hacerte tus flechas, practicar, acertar, es algo muy presente en el primer
tercio de la película, donde se mezclan imágenes de ese ideario inglés
alrededor del arco, algo bastante nacionalista si se hiciera en España.
Después, afortunadamente,
estos simbolismos, guiños continuos, van desapareciendo poco a poco, afortunadamente,
pero durante ese primer tercio te vienen hasta referencias de los elfos de
Tolkien dando flechazos por los espesos bosques de Inglaterra a orcos y trolls,
digo, a zombis, casi inevitablemente. Lo tribal, lo pagano, se mezcla con esa
esencia inglesa, medieval, antigua, o eso me ha parecido, y el paisaje de
Northumberland contribuye a ello.
¿De qué va en esta ocasión
“28 años después”? La película comienza en 2002, en las Tierras Altas de
Escocia, donde unos zombis atacan a la familia del joven Jimmy, acabando con
todos, incluso con su padre, un pastor protestante que cree que aquello es el
apocalipsis. Antes de caer, el pastor le entrega a Jimmy un crucifijo, y aquí
acaba el arco argumental de este personaje, Jimmy, que no vamos a ver hasta los
últimos cinco minutos de narrativa.
Como os decía anteriormente, veintiocho años
después del brote zombi, Europa continental ha erradicado el virus y las Islas
Británicas permanecen en cuarentena indefinida, fragmentadas en pequeñas
comunidades que sobreviven alegres, felices, expectantes y sospecho que con un
alto grado de incestos, endogamia y poligamia.
Una de estas comunidades habita Lindisfarne, isla
unida al continente por un istmo que desaparece con la marea, y que tiene una
puerta de entrada continuamente vigilada. Allí viven Jamie (Aaron
Taylor-Johnson) un tipo que está liado con la maestra, su esposa Isla (Jodie
Comer) que sufre una enfermedad mental degenerativa y su hijo Spike (Alfie
Williams), de doce años.
Jamie y Spike cruzan al continente en lo que se
presenta como ritual de iniciación. En su salida, al principio todo va bien,
hasta que se encuentran con un Alfa, un infectado inteligente muy fuerte
físicamente, y con un intelecto a tener en cuenta, que se las hace pasar
canutas y que persigue a padre e hijo hasta las mismas puertas de casa. Una vez
de vuelta, Spike descubre la infidelidad de su padre y oye hablar de un
doctor-milagro que lo cura todo.
Así que apaña a su madre y se escapa con ella en
busca de ese doctor, llamado Ian Kelson (Ralph Fiennes) que pueda curar de sus
males a su madre.
Por el camino se encuentran con Erik, soldado
sueco, el único superviviente de una patrulla que los va a acompañar en su
búsqueda del doctor, hasta que pierde la cabeza literalmente cuando lo pilla un
zombi alfa…
Aún así, madre e hijo llegan a localizar al Doctor,
llevando consigo a un bebé (de una infectada), y el buen doctor, que vive en un
Templo de Huesos, le confirma a Isla, la madre, su enfermedad sin cura, por lo
que ella decide acabar con su vida antes de que lo haga la enfermedad y que su
cráneo decore parte de aquel templo, donde hay varios miles de calaveras,
mientras Spike se decide ir a lo Mad Max por la vida…
En los últimos compases de la película, atacado y
desbordado por una docena de zombis, recibe la ayuda de una banda de tipos que
visten chándales de colores vistosos y horteras, bisnietos de los tipos de la
Naranja Mecánica y los Power Rangers, y uno de ellos resulta ser, nuestro
pequeño Jimmy. Si “28 días después” se rodó con una Canon XL-1, aquí se han
usado iPhones 15 Pro para tal fin, concretamente de 8 a 20 según escenas y
tomas, y el resultado es bastante aceptable, todo hay que decirlo.
En definitiva: Con un
presupuesto de 60 millones y una recaudación de 150, la narrativa quiere tocar
muchos palos: Los viajes iniciáticos, la vuelta a lo antiguo, la ausencia de
tecnologías, la supervivencia, la filosofía del Memento Mori, el amor de un
hijo por su madre, y el aislacionismo y un nacionalismo muy subrayado, entre
otras cosas, y termina perdiéndose completamente en un despropósito.
El final de “28 años
después” nos abre el paso a una segunda parte, pues en realidad esta es la
primera parte de un proyecto de dos, que vendrá en unos pocos meses, bajo el
título de “El Templo de los Huesos”, y no sé por qué, pero sospecho que el Malo
lleva chándal y una cruz invertida colgada del cuello.
Sin embargo: Su ritmo
irregular, algunos tramos narrativos lentos, el nene me ha llegado a caer
pedante la mayor parte del tiempo, y las numerosas subtramas me lastran a
ponerle un 5 raspado. He estado a punto de suspenderla, pero me ha entretenido.
No es aquella película de hace 23 años, desde luego.
Da para analizar más
concienzudamente, pero creo que la voy a dejar por aquí. ¿De nota? Un 5 raspadete.
No hay comentarios:
Publicar un comentario