“Mis 84 m2” es uno de esos productos veraniegos que nos ha traído Netflix
durante este verano de 2025, un thriller psicológico surcoreano, que como ya
adelanto en la miniatura del vídeo, mezcla muchas cosas, y tristemente, porque
de la idea principal, parten dos narrativas que se mezclan, pero que de manera
independiente hubiera dado para dos películas, igual de interesantes, pero en este
caso, la cocción me parece que ha quedado un tanto irregular.
El título de esta película
de una hora y cincuenta y cinco minutos se refiere a los 84 m2 de media que
tiene un apartamento surcoreano, y que, por lo que narra la película, conseguir
uno, ser propietario de uno de ellos, es casi un milagro, y para pagarlo,
necesitas tres vidas y cuatro trabajos.
Esta idea gira en torno a
su primera mitad: Conseguir el piso, préstamos, pagarlo, llegar al edificio,
aquí no hay quien viva, ¿Quién hace esos ruidos?, no te trago, creo que lo voy
a vender, pero perderé dinero, paso de alquilarlo… Y en ese lago, incluso me he
dicho: aquí hay cosas que coinciden con nuestra actual situación inmobiliaria
en España, pero después… “Mis 84 m2” cambia radicalmente, y es otra cosa.
Atentos, que vienen curvas… Tenemos a Noh Woo‑seong, oficinista de unos
treinta años, soltero y de contados amigos, o más bien ninguno, porque no se
pueden llamar amigos al compañero de trabajo listillo de turno.
Con muchísimo esfuerzo, logra comprar un
apartamento de 84 m² tras
hipotecarse completamente, invirtiendo todos sus ahorros en una escena muy
curiosa donde compra el piso sobre plano, tras leer las características, sin
visitarlo antes ni nada parecido. Y en plan, o te decides y firmas aquí o mira
los 300 que están pendientes también de ese cuquero.
Prácticamente después de llegar al piso, empieza a
escuchar ruidos molestos cada noche de todo tipo que vienen del piso superior,
y que no lo dejan dormir en ningún momento. Una vecina con dos hijos
adolescentes, le planta continuamente posits en la puerta expresando sus quejas
porque dice que no pueden descansar ni estudiar.
Woo‑seong visita al vecino del piso superior, Jin‑ho,
un periodista un tanto borde, pero que se ofrece a formar un dúo con él para
investigar el origen del ruido que él también sufre.
De manera paralela, nuestro protagonista intenta
vender el piso sin que le conlleve muchas perdidas económicas, pero la verdad
es que no es así, cualquier decisión que tome le llevará a la ruina, y los
ruidos no paran de sonar todos los días, mientras los vecinos se amotinan
contra él, y, Eun‑hwa, presidenta de la comunidad, intenta arreglar las cosas
entre los vecinos afectados.
Hasta aquí, podrías pensar que estás ante una
película que te exagera, o quizás no, una situación que puede darse en
cualquier bloque de vecinos. Los roces, las desavenencias, los malos rollos
hasta extremos insospechados te los puedes encontrar, pero se va dejando atrás
poco a poco el tema de préstamos, inversiones o situación inmobiliaria del
país, para entrar en algo más oscuro relacionado con el constante ruido.
Hay toda una mafia montada en el edificio
interesada en echar a vecinos, comprar pisos, especular, y quien crees que es
amigo es enemigo y viceversa, y pronto la mente de Woo-seong se tiene que
enfrentar a demasiadas cosas a la vez, en poco tiempo, y con poca claridad
dadas sus emociones y su situación financiera.
Creo que se pierde el primer mensaje, la primera
idea, que resulta más interesante, la de la situación inmobiliaria, los
problemas financieros o emocionales que puede conllevar la compra de un piso,
sea en Corea o en España, en detrimento de la segunda historia, más oscura y
menos contundente. La posible ironía, crítica social, se diluye en el último
tercio de la película en escenas bastante oscuras, confusas por momentos, y con
un final que deja el culo torcido, y que no sabes si es una metáfora, el sueño
de Los Serrano, o vete a saber qué.
En definitiva: A lo añadido, le quitaría su media hora de rigor sin pestañear. Creo que “Mis 84 m2” es una oportunidad perdida. La realidad supera cualquier thriller de ficción. Y hay material para explorar el tema de la convivencia vecinal, más allá del humorístico que tenemos en España en series como “La que se avecina”, o “Aquí no hay quien viva”, es una faceta que podría haberse explorado y explotado mejor. De nota le voy a dar un frío 5, y espero vuestros comentarios al respecto.
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