Con “Comunión” de Whitley
Strieber (editado en castellano por Reediciones Anómalas, 2018), me he tirado
tres semanas largas. Desde hace más de treinta años, vengo leyendo referencias
a/de este libro, clásico de las abducciones y del fenómeno ovni por antonomasia.
Hace unos meses, viendo Cuarto Milenio, Javier Sierra hablaba de este caso en
relación con el prólogo que había escrito para esta edición (de hecho), y me
animé a comprarlo.
Con la ilusión de un
colegial con zapatos nuevos, me metí en su lectura de lleno. Las primeras
sesenta páginas directamente me las bebí. Posteriormente, el libro empezó a
decaer y a parecerme un tostonazo infumable, de dimensiones épicas.
Se supone que es una
pequeña autobiografía del propio autor, Strieber, que comienza hablando de una
terrible experiencia paranormal. El 26 de diciembre de 1985, recibe, de noche,
la visita de unos seres (supuestamente extraterrestres) que lo secuestran de su
propia habitación de la casa de campo que tiene la familia en un punto de un
bosque del Estado de Nueva York. La experiencia en sí, la narración, es
acojonante (al principio, Ojo). Pero el libro va perdiendo credibilidad, en mi
opinión, cuando Strieber, sometido a hipnosis, relata que ha sido abducido
desde prácticamente niño, casi
semanalmente pensaría el lector, porque uno ya se pierde en fechas,
circunstancias y hechos en los que se mezclan furgonetas blancas, con hombres
de negro, pequeños seres grises (que, a veces, llenan la casa entera con sus
presencias) con otros parecidos a insectos, y la búsqueda histórica de los
posibles hechos a través de las hadas, sílfides y enanos que pululan nuestra
mitología y nuestros cuentos antiguos, medievales… Esto último si me pareció
interesante, como anécdotas a recordar.
Todo me ha chirriado
muchísimo. Muy cutre para ser creído. Me ha parecido una novela de Ficción, y
tampoco desde esa óptica muy buena, ya que corta reflexiones, mete sesiones de
hipnosis, hay cierto protagonismo desmedido en Whitley (incluso una alien le
llega a confesar que “él es el elegido”, aunque no se lo crea) frente a su hijo
y a su esposa… A mitad del libro, la narrativa es confusa y aburrida. Yo tengo
el convencimiento de que me abducen casi todas las noches y pongo cinco cámaras
en la habitación, y lleno de polvos de talco el suelo de toda la casa para
pillar huellas. Él espera dócil ser abducido día si y día también.
No contento con el
fiasco, posteriormente me he tragado la película basada en el libro (del 89),
donde, como podréis imaginar, no tiene nada que ver. En la película, Strieber
discute continuamente, con su mujer (a la cual en su libro adora y a la que no
le levanta la voz, ni contradice nunca), en la película dispara a su mujer y
están a punto de divorciarse, igualmente discute con sus amigos, y hasta con
vecinos en la noche de Halloween ¿?, los aliens bastante cutres, tienen apariencia
de los kobolds de “Dentro del laberinto” (la película de Bowie) y los típicos
Grises en su variante color miel. Aquí Strieber se siente “violado” (no tengo
muy claro si le hacen una colonoscopia o lo ordeñan directamente, en el libro
esto pasa un tanto por puntillas), y recurre a una psiquiatra que en las
regresiones a las que le somete ve que los aliens tienen secuestrados a muchos
niños (en el libro habla de soldados), se hace colega de los aliens (se saludan
como una mil veces y hacen una fiesta cubana)… Me ha dado más miedo Christopher
Walken, que los extraterrestres. La película es más “ida de pinza” que el libro
(del cual solo me quedo con las anécdotas, finalmente, y con las referencias
históricas). Lo interesante es que la banda sonora es de Eric Clapton.
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