Cuando ves a un monje budista, cargando con una bombona de butano por mitad de un paraje de Bután, ya sabes que la película que vas a ver, “El Monje y el Rifle”, debe ser particular. Y es que esta producción de 2023, que viene de la mano de Pawo Choyning Dorji, que es a la par director y guionista de la película, creo que es la primera que veo de origen butanés, y desde luego, tengo que reconocer que no me he llevado una mala impresión con ella, si no más bien todo lo contrario.
Para mi, decir Bután era nombrar a uno de los países más desconocidos de los que hay en todo el planeta. Durante mucho tiempo, solo lo he asocié al Tiro con Arco, donde era deporte nacional hace cuarenta años, cuando yo lo practicaba, y Budismo.
Afortunadamente, eso fue cambiando con el tiempo, y a pesar de que, como os reconozco, no he visto nada de su filmografía nacional, el interés por lugares que me parecen inhóspitos (aunque no lo sean) siempre me han hecho buscar información sobre el país, la cultura y sus costumbres.
“El Monje y el Rifle” aborda una narrativa que describe perfectamente el carácter de los butaneses, con una candidez e ingenuidad que a los occidentales, por lo menos a los europeos, nos parecería asombrosa en todos los sentidos, pero que en su puesta en escena es una auténtica delicia.
Se cose, a lo largo de su hora y cuarenta y cinco minutos de metraje una historia llena de guiños, dobles sentidos, y que remata con una lección en toda regla que creo que va más dirigida a nosotros, que a los propios butaneses.
Estamos en 2006, y el Reino de Bután parece despertar a la modernidad y a la democracia. Su rey ha decidido abdicar y que se abra un proceso democrático en el país, con la creación de tres partidos políticos. Pero el proceso de cambio no es fácil, asistimos de manera paralela a los esfuerzos de una representante gubernamental por mostrar el proceso electoral a las zonas rurales y más recónditas del país, donde las viejas costumbres y tradiciones están tan arraigadas como la religión, y los cambios no son fáciles de adaptar, ya que van a pasar de una Monarquía Absoluta a una Monarquía Constitucional, o al menos eso supongo yo a pesar de la abdicación del Rey, ya que en ningún momento se habla de República y Bután sigue siendo un Reino.
Y por otro lado, vemos otras dos historias, son tres en total que van a confluir en los quince-veinte minutos finales: En una de ellas, un Lama manda a un joven monje a que se haga con un arma cualquiera, “Para volver a poner las cosas en su lugar”, lo que aparentemente va a sonar a amenaza por parte del Lama, pero ya veremos que nada más lejos de la realidad. Y por otro lado, un traficante de armas estadounidense, Ron y su guía local, van detrás del arma que acabará en manos del Lama y su joven aprendiz, el Monje, un rifle rarísimo de la Guerra de Secesión Americana, muy difícil de conseguir, y por el que Ron está dispuesto a pagar una fortuna de varios miles de dólares.
La película sabe usar el humor de una manera magistral, creando diferentes hilos que acaban en auténticos embrollos, en los que se ve una crítica al Mundo Occidental, pero en especial a los Estados Unidos en la pasión por las armas, la obsesión de querer comprarlo todo con dinero e incluso bastante sátira y choteo sobre los sistemas democráticos, en una alusión o una metáfora en la que se viene a reflejar que la gente de Bután, que era feliz con lo que tenía, no necesitaría los cambios que vinieron con las primera elecciones democráticas que vinieron dos años después, en 2008. Conservadurismo contra progresismo.
Esa idea da para reflexionar, debatir y hablar de ello largo y tendido, que es algo a lo que la película invita en un universo que tontea bien con lo absurdo, el surrealismo, con toques de realismo mágico, que me ha recordado salvando las distancias a la película “El disputado voto del Señor Don Cayo” en lo de llevar las elecciones a lugares recónditos, o a partes de la filmografía de Berlanga, pero no entraré yo en esos debates, me vais a perdonar, y prefiero que cada cual saque sus propias conclusiones.
Con una fotografía espectacular, y buenas interpretaciones, “El Monje y el Rifle” es una película que merece, y mucho, la pena y su visionado. Personalmente, le doy un 6,5 de nota y os la recomiendo, me ha parecido una maravilla de película, reflexiva y casi didáctica. Lo dejo por aquí.
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