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domingo, 26 de junio de 2022

Obi Wan Kenobi (Disney, 2022)

 

        Una cosa te quiero comentar, que no es mentira… Esta entrada está llena de revelaciones y spoilers, tantos como una carretera extremeña. Si sigues leyendo, es tu problema.


         Uuuuffffff, madre mía, que perrería me entra solo de pensar que tengo que dedicarle unas líneas, aunque solo sean unas pocas, a la serie de “Obi Wan Kenobi” (Disney, 2022)… Y es que, a pesar de un inicio interesante, la serie pronto me ha resultado un tostonazo de una categoría superior… Pero en fin, comentemos algunas cosas, sin entrar a analizar sus seis capítulos.


        Han pasado diez años desde que los Sith, con la famosa Orden 66, que elimina a casi todos los Jedis que hay en el Universo, triunfaran. Los Sith ganaron Las Guerras Clon (o clones), y ahora han instaurado su maléfico régimen, donde la república ha dejado de existir como tal.


        Obi Wan, que es uno de los supervivientes de la Orden 66, está escondido en un apartamento con vistas al desierto en Tatooine, mientras acosa a la familia adoptiva del joven Luke Skywalker. Le suda un pie que maten delante de sus narices a otros supervivientes como él, y echa la bonoloto los miércoles.


        Un día, viendo un partido de Segunda División, le llega el mensaje de que la joven Leia ha sido raptada por el Imperio, y ahí va al rescate a pesar de que la Santa Inquisición española, con sede en el Planeta Toletum, va tras sus pasos, por hereje y por pagar el impuesto de rodaje de sus droides.

        En su camino, se va encontrando a una serie de hippies que lo están pasando fatal con el régimen fascista y opresor de Anakin AKA Padrecito Vader, y le van ayudando en su misión mientras Obi Wan va dejando un reguero de cadáveres. La serie nos enseña que si ayudas a este tipo, tarde o temprano, te matan: Te balean, te descuartizan, te sablean con láser o te derriban.

       Obi Wan llega a rescatar a Leia, que habla con un dorayaki metálico de Doraemon que vuela y es mitad linterna mitad pisapapeles. El carácter antropocéntrico de la serie es brutal, llegados al caso.

        De paso, visita un penal del Imperio, donde deja doscientas cincuenta plazas de funcionario libres para las próximas oposiciones, a cambio de una galleta voladora derribada de un tipo harto de marihuana del Planeta Mustafar.

        Llegados a este punto, hay que destacar la mala puntería, organización y gestión del Imperio, que pasan por ser españoles en muchos aspectos perfectamente, y que arrastran una Leyenda Negra desde el comienzo de los créditos iniciales.

        Obi Wan y su expadawan Anakin se enfrentan en una lucha poco épica, donde se tiran los trastos (nunca mejor dicho), y acaban definitivamente su relación con una bandada de recuerdos de otros tiempos donde el joven Anakin exhalaba mala inquina por todos los poros del cuerpo, que no se iba ni con jabón verde.

        Llegado el momento, hay una escena para encuadrar, en la que Obi Wan con Leia y los cuatro hippies que no han caído aun dando Vivas a la República, huyen en un seiscientos, mientras que un Crucero Imperial falla todos y cada uno de los 9500 disparos que efectúa contra el trasto volador… Ya lo vimos con el Halcón Milenario en su momento, pero aquí resulta completamente… Desazonador y poco creíble, como mínimo y siendo benignos.

        Finalmente, Leia regresa con sus padres adoptivos, dejando las funerarias llenas hasta el Planeta de los Ewoks, y Obi Wan se vuelve a Tatooine a seguir con su campaña de acoso que atrae a toda la gente rara que hay por la zona. Fin.

        Seis capítulos, seis, que plantean más dudas que respuestas. Insípida y aburrida a grandes ratos, y con un Obi Wan que no es el que conocemos de otras películas, más bien un nenaza cagueta de mucho cuidado a ratos, cenizo y dubitativo, que llega hasta donde llega de chiripa en chiripa. Espero que no haya Segunda Temporada, por el bien de todos. Y que la olvidemos rápido.

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