En “El vendedor de
tabaco” (2018), tenemos a un joven adolescente que es enviado a Viena por su
madre, ha buscarse la vida. Es 1937, y falta poco para la unión de Austria y
Alemania, por parte de las tropas alemanas del Tercer Reich, el llamado “Anschluss”
(marzo del 38).
Se mete a aprendiz en
una tabaquería (o estanco), donde comienza a aprender los secretos del oficio
por parte de su jefe: Los clientes, los tipos de puros, la venta de periódicos
y postales, de libretas…
Uno de esos clientes habituales
es Sigmund Freud (Bruno Ganz), el papito del psicoanálisis, con el que comienza
una relación de amistad, mientras descubre el amor, el sexo, los sueños
extraños, a los nazis…
Lo mejor: Los
escenarios, la ambientación, el periodo histórico, el cosmos del estanco.
Lo peor: No tengo claro
dónde quería llegar. El personaje de Freud no está aprovechado. Los sueños
absurdos que tiene el protagonista. Le sobra, perfectamente, media hora.
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