Hoy en día, creo, casi
todo el mundo conoce a Alan Turing (1912-1954), el célebre matemático
británico, descifrador del código secreto alemán Enigma, que permitió
acortar sobremanera la duración de la Segunda Guerra Mundial tras revelarse, en
la secreta Bletchley Park, siguiendo sus premisas, la manera de entender dichos
códigos y descifrar los mensajes ocultos por el enemigo, que enviaba a
estaciones, barcos y submarinos.
El S.XXI nos ha traído
un buen puñado de libros sobre su vida, una película de la que tengo que
hablaros dentro de poco, y un cómic, “Descifrando Enigma. Alan Turing: Un genio de su tiempo” (Anaya, 2019, edición
en castellano) de Jim Ottaviani y Leland Purvis, que relata magistralmente su
vida, a través de las personas que lo conocieron, que tuvieron relación con él:
Su madre, sus profesores, sus compañeros, una efímera novia…
Hasta llegar a su
juicio, por homosexual, y su suicidio (otros dicen asesinato) en 1954. No en
vano, en diciembre de 2013, la reina de Inglaterra, Isabel II, publicó, promulgó,
el edicto por el que se exoneró oficialmente a Turing, quedando anulados todos
los cargos en su contra, y cerrando, de paso, aquel vergonzoso episodio para
Inglaterra.
El cómic, escrito a
través de entrevistas (en blanco y negro el entrevistado, dando a entender que
están “muertos”), sigue más allá de la Segunda Guerra Mundial, con las
investigaciones de Turing sobre inteligencia artificial, y los programas de las
primeras computadoras.
Yo, absorto, me lo he
leído en media tarde, y me ha gustado mucho. Ya conocía la historia de este
genio matemático, además de gran deportista, ajedrecista, filósofo… Pero
siempre es bueno repasarla, y recordar, que, gracias a él, se salvaron miles de
vidas…
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