Dentro de la Guerra de Independencia contra las
tropas imperiales napoleónicas, posiblemente Extremadura se llevó una de las peores
partes en cuanto a pérdidas humanas y materiales, batallas y asedios.
Badajoz, Medellín, La Albuera, Gévora… Son nombres
que resuenan aún hoy en día, como hitos dentro de este periodo de la Historia
de España.
Y, desde hace unos pocos años, se ha empezado a
recuperar a través de recreaciones históricas, exposiciones y conferencias,
algunos de estos hechos históricos, por muchos olvidados, poco estudiados (no
desde luego en colegios, ni institutos, y sospecho que tampoco en muchas
Universidades), pero que tenemos la suerte de conocer gracias a cómics como
“Menacho. Triunfar o Morir”, que viene de la mano de la Editorial Cascaborra,
dentro de su magnífica colección “Historia de España en viñetas”, donde ocupa
el número 77.
Tapa dura, a todo color, “Menacho. Triunfar o
Morir” recupera uno de esos episodios olvidados de nuestra historia, rindiendo
un sentido y sincero homenaje a todo un héroe nacional: El general gaditano
Rafael Menacho.
Siempre he
defendido que el cómic es una herramienta didáctica de primer orden, y nada
mejor que acercarnos a la figura de Rafael Menacho que el cómic.
Quizás en el resto de España, su nombre no os diga
nada, pero en Badajoz, Menacho tiene calle, cuartel, Memoria en forma de
aparcamiento, tenía unos cines con su nombre, un Centro Comercial Abierto, y
una escultura relativamente cerca de donde encontró la muerte en la defensa de
la ciudad de Badajoz ante las tropas francesas que la asediaban.
El cómic viene de la mano de Juan Luis Iglesias en
cuanto al guion, que ha hecho una grandísima labor de documentación, una
adaptación fantástica, donde la narrativa fluye de la mano de un antiguo
compañero de armas de Menacho, Giral, que recuerda los acontecimientos desde
una taberna de Barbastro, ya en mayo de 1814, y a los lápices tenemos a Juanfer
Briones, que hace un trabajo requetebueno, con un dibujo detallista, donde
predomina la viñeta pequeña, de dos o tres personajes, colorida, y que desde
luego, a los que conocemos Badajoz, nos va a resultar muy cercana, y fácilmente
reconocible.
España está en guerra contra el invasor francés
desde mayo de 1808. En septiembre de 1810, Rafael Menacho es nombrado Mariscal
de Campo y Gobernador de Badajoz. Es un militar con experiencia, que se ha ido
curtiendo en una docena de batallas, tanto en victorias como en derrotas. El
año es 1811, enero de 1811, y pronto Badajoz comienza a ser cercada por miles
de soldados franceses al mando del Mariscal Soult, que convencido de su
superioridad numérica y militar, envía ofertas de rendición a la ciudad de Badajoz,
que Menacho rechaza una y otra vez, organizando una defensa heroica, y donde
vemos la personalidad de nuestro protagonista: Valiente, decidido, orgulloso y
consciente de la responsabilidad que tiene sobre sus hombros, luchando junto a
sus hombres en las murallas, en primera línea, donde es herido, pero no
rendido, ya que su resolución le hace levantarse nuevamente para estar en
primera línea.
El cómic, perfectamente documentado, nos llevará a
las salidas de los cercados en su intento por eliminar los cañones franceses, a
las escaramuzas al pie de los baluartes, de las murallas.
Y a la
desastrosa batalla de Gévora, que intentó levantar en vano el asedio, y que
costó a los españoles miles de bajas, entre muertos, heridos y prisioneros, y
que los nombres de Badajoz y Gévora se encuentren grabados en el Arco del
Triunfo de París.
Como cierre al cómic, en sus páginas finales
encontraremos un breve dossier extra: Dos cuadros, un busto y una pequeña
distinción pertenecientes a Menacho, y un epílogo que viene firmado por Eduardo
García-Menacho y Osset —descendiente del mariscal Menacho y miembro de la
Academia de las Ciencias y las Artes Militares—, que como os digo cierra un
tomo increíble, sobre uno de esos héroes olvidados de nuestra Guerra de Independencia,
y donde narra su vida, que no estuvo exenta, como os decía, de batallas,
aventuras y heroísmo.
Un cómic, como todos los la Editorial Cascaborra,
de lo más recomendable, con un alto valor didáctico, y donde resalta el buen
trabajo de sus dos autores, a los que hay que agradecerles un cómic que era
necesario desde hace ya mucho tiempo, y que rinde un justo homenaje a Rafael
Menacho.









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