Hace unos días, lo comentaba
en una entrada anterior, alquilé la película “Las
Sufragistas” (2015), a raíz de la compra del cómic “Sally Heathcote.
Sufragista” (7ª edición, 2018, La cúpula) de Mary M. Talbot, Kate Charlesworth
y Bryan Talbot. A Mary M. Talbot y a Bryan Talbot, ya les conocíamos en el
blog, ya que hace unos años, le dedicamos una entrada a “La
virgen roja” (2016), un cómic muy interesante, sobre aquella etapa convulsa
y utópica, de la Comuna de París (1870). Igualmente, de Bryan Talbot, no hace
mucho tiempo, comentábamos “El
cuento de una rata mala” (2013), que, es, igualmente, de lo más
recomendable.
El caso es que me he
leído el cómic, basado en un personaje ficticio, Sally Heathcote, pero con un
trasfondo de realidad que es la lucha de los diversos colectivos de sufragistas
británicas, que, lucharon por sus derechos a comienzos del S.XX. Sally es una
trabajadora, una sirvienta que entra al servicio de la cara más conocida de la
lucha de las mujeres, la mítica Emmeline Pankhurst.
Parecida evolución a la que nos encontramos en la película, con la protagonista,
que también es un personaje ficticio y que sufre el mismo calvario que Sally.
Conoce la lucha, se involucra, paga las consecuencias con abusos, hostias y
cárcel, a la que se suma la huelga de hambre…
Pero, aquí hay una
visión diferente, que hace el cómic muy interesante. Y, es que, las
sufragistas, no estaban tan unidas como podía parecer, y se ve una ruptura,
clara y evidente, por el tema de cómo llevar las cosas, la lucha, pacífica o
violenta, entre el grupo de Pankhurst y su hija Christabel, y el matrimonio Pethick-Lawrence,
expulsados de la WSPU (liderada por Pankhurst) por declararse en contra de
actos radicales y violentos. La pareja acabó uniéndose, casi fundando, a “Sufragistas
Unidas”, un grupo más pacífico en sus reivindicaciones. La muerte de Emily Wilding Davison
también se recoge en el cómic, no con tanto protagonismo como en la película,
pero si como un punto de inflexión en las reivindicaciones, así como lo fue la
Primera Guerra Mundial.
El final del cómic es
demoledor, con una Sally encamada, a punto de fallecer, que recibe la visita de
su nieta, que va a cumplir los dieciocho, y que no está, para nada, ilusionada
con votar. Es triste. Si supieran los jóvenes los esfuerzos y sacrificios (con
muertes incluidas) que ha hecho la sociedad a lo largo de la Historia para que
podamos votar, hombres y mujeres, y ver nuestros votos representados en un
estado libre… En fin, muy recomendable su lectura. Siempre se aprende algo que
no se sabía.
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