Contaba Megumu Okada (uno de
los dibujantes de Saint Seiya, y dibujante de la mítica “Shadow Skill”, que
tiene película anime desde 1992), creador de “Nirai” Kanai” (2004), que, en un
viaje a Okinawa, se quedó maravillado con su cultura, su idioma (ligeramente
diferente del japonés) y su rica mitología.
Allí, conoció a un venerable
viejuno, que le habló de la mitología de las islas, de su historia, y de que
él, de joven, también había dibujado Manda, pero sin mucho éxito. También le dijo
que él creía en los espíritus ancestrales de las islas, cuando Okada se
interesó por algunos de los artículos que el señor vendía en una pequeña tienda
con trabajos que realizaba artesanalmente: Dibujos en camisetas, artesanía en
madera…
Entonces, Okada, decidió hacer
un manga sobre “Nirai Kanai” (Norma, 2004), el mundo de los dioses, teniendo en
cuenta también parte de la historia de las islas durante el pasado y el S.XX, concretamente, durante la Segunda Guerra Mundial, y mezcló la mitología con acontecimientos de
la etapa.
Comenzando por un incidente en
la estación rusa MIR, que sirve de pretexto para contarnos una historia en la
que dos chicas adolescentes (Mikami y Ranku), deberán combatir a todo un elenco
de monstruos, demonios y divinidades, en busca de su destino, a lo largo de
seis volúmenes, y diferentes localizaciones por todo Japón. A veces, con
aliados, a veces enfrentándose ellas solas, y con Japón y EEUU detrás, muy
interesados en los poderes sobrenaturales que acontecen en Okinawa.
“Nirai Kanai” es un manga de poco más de 1.500
páginas. Está francamente entretenido, aunque en su caótico barroquismo,
reconozco haberme perdido alguna que otra vez, entre tantos monstruos, demonios,
yokais y yureis, divinidades de todo tipo y colores y anillos poderosos que
contienen palabras en viñetas un tanto reducidas para mi galopante presbicia.
Las dosis de sintoísmo y budismo también son considerables.
Curiosamente, a mitad del
quinto volumen, Megumu Okada (1971) mete un epílogo, porque ha llegado a las
1.200 páginas publicadas, a lo largo de seis años (1997-2003), y está que no se
lo cree, y para celebrarlo, mete algunas páginas sin sombreado, dando un cambio
a su dibujo. Otra característica de los volúmenes, es que siempre comienzan con
un par de páginas a color, antes de tornar al blanco y negro.
El final, como os podéis imaginar, es una batalla épica entre el bien y el mal, donde se reparten hostias como bendiciones, y Megumu da las Gracias a los lectores, de aquí a Roma.
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