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domingo, 26 de mayo de 2019

Los niños de humo (Editorial Pez de Plata, 2018) Aitana Castaño, Alfonso Zapico



        La verdad es que, al poco de comenzar a leer “Los niños de humo” (Editorial Pez de Plata, 2018) de Aitana Castaño y Alfonso Zapico (El otro mar, La balada del norte 1, La balada del norte 2…), me ha ido recordando, en la temática, en el estilo y en la narrativa, a lo que hace mi admirado Manuel Ávila (Al relente, Trazos de papel, Recovecos), que ya os comentado alguna vez, es, para mí, a fecha de hoy, uno de los ocho o nueve mejores escritores que tenemos, actualmente, en el panorama extremeño, sin dudarlo.

        Con la diferencia, vital, que “Los niños de humo” se desarrolla, fundamentalmente en la cuenca, o en las cuencas, mineras asturianas, y los libros de Manuel Ávila, aunque recogen toda la forma de pensar, y de ser, de una región como la extremeña, se centran en esa Aldehuela mágica que él ha creado, y que es un universo en expansión, increíble y arrebatador.

        Cuando los niños de las cuencas salían del pueblo. Todos sabían de dónde venían. Sus ropas olían, inevitablemente al humo de las locomotoras, de las chimeneas y de los tubos de escape. Estaban marcados desde antes de que hablaran, no había necesidad. Las historias de este libro, relatos cortos y microrrelatos (alguno con algún premio) pretenden ser memoria de aquellos años, ya pasados, ya que ni Alfonso ni Aitana pertenecen ya a una generación de la mina, sino que son los primeros entre los suyos, que se dedicaron a otros menesteres. Pero, la memoria no hay que perderla, hay que recordar de donde viene uno, recordar aquellas maravillosas historias, entrelazadas, a aquellos mineros, con sus penas y sus alegrías, sus gozos y sus tristezas, que quedaron marcados por las cuencas y la dura vida que allí se desarrollaba.

        “Los niños de humo” es un librito corto, apenas cien páginas. Se lee rápido, adornado por los dibujos de Zapico, enseguida te encariñas con los personajes y las historias que cuentan. El libro viene acompañado con una lámina, por lo menos en mi edición, titulada “La línea del ojo”, que ha sido uno de los relatos que más me han gustado. Igualmente trae, al final del libro, un pequeño diccionario de palabras en bable, o en asturiano, por si uno se pierde. En mi caso, me ha parecido curioso destacar, que, el castúo (el del norte de Cáceres, el de Gabriel y Galán, no el de Chamizo) y el asturiano son similares en palabras y expresiones.

        En fin. Un librito entretenido, tierno incluso, una memoria viva de recuerdos, que, espero, no se pierdan en el humo de la desmemoria… Que en pocos meses de su publicación vayan por la Tercera Edición, creo que no es baladí.

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