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martes, 7 de mayo de 2019

Al relente. Manuel Ávila (2019) Editado por Ringo Rango. Ilustrado por José Manuel Téllez.



        Al relente se disfruta la vida, en muchos aspectos, ya que al relente es cuando más te das cuenta de que las pequeñas cosas, las que suceden alrededor, en nuestro día a día, casi sin darnos cuenta, son las más valiosas, y muchas veces las que menos admiramos. Al relente los vecinos hablan. Al relente ríen, comparten, hablan, y al relente, en Aldehuela, se siente lo atávico como lo normal, se hace pueblo, se hace gente.

       “Al relente” (Manuel Ávila, 2019, editado por Ringo Rango), es el tercer libro dedicado al Universo mágico que es Aldehuela, ilustrado por José Manuel Téllez, que, con sus dibujos, nos hace sentir más cercanos, incluso si cabe, esos maravillosos personajes que describe Manuel, y que comparte con nosotros, de Aldehuela, de una Extremadura siempre presente. Con sus desdichas, sus historias, sus tardes y sus chatos de vino, sus diversas suertes y el embrujo que tienen sus callejuelas.

        Este tercer libro, después de “Recovecos” (2016) y “Trazos de papel” (2016), nos trae un ambiente, quizás, más reflexivo, más intimo con sus personajes. En los anteriores me pareció que abundaba más el diálogo, y el protagonismo de los personajes, aquí más la narración y la presentación en muchos de sus relatos del propio narrador, que no pone ni quita rey, solo ayuda a su señor, que es el hecho, la anécdota, el chascarrillo maravilloso, delicioso, que hace que al lector se le escape una risotada (como me ha ocurrido), o que se quede reflexivo ante un pensamiento, absorto ante un cuadro extremeño, que cobra vida ante tus ojos, en tus manos, en tu mente, y que no puedes dejar de observar, de admirar.

       La sencillez, la calidez de los personajes y la cercanía de los mismos, se dan la mano en “Al relente”, que no deja de ser un viaje a la nostalgia de muchos de nuestros pueblos, que comienzan a vaciarse, y que muchas de estas vivencias, o similares a ellas, se las lleva el viento de la despoblación. La sabiduría, decía uno, muchas veces se resume en las arrugas de las manos, y evocar a estos personajes, es tocar algo dentro de uno mismo, en el alma, es el olor del limonero, del jazmín, el botijo en la ventana, los pardales en las tejas, los gatos dormitando en la camilla junto al brasero de picón. Manuel sabe tocar todas esas cuerdas como nadie, tañe y oírlo, leerlo, es soñar con risas, melancolías, y volver, en mi caso, a una infancia que yo no podría narrar con tanta claridad y vehemencia. Sublime.

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