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martes, 9 de septiembre de 2008

En Angello´s


Anoche, para hacer un poco las paces, y en busca de una mayor tranquilidad casera, invité a Michel IV de Gato a cenar en Angello´s.

Se trata de un pequeño restaurante de comida italiana, tradicional, no un todo-pizzas, que está teniendo bastante éxito en la Ciudad. Tanto es así que se anuncia en la radio continuamente, aparece en la Nueva Guía de Restaurantes de la Ciudad con una puntuación que roza la máxima, y para poder ir anoche, tuve que hacer la reserva el domingo pasado. Aparte que nuestro amigo Tomás Polichiollo, psicoanalista argentino, de Buenos Aires mismamente, trabaja allí eventualmente de camarero, (que alegría se llevaría al vernos)…

Aunque receloso, Michel aceptó mi invitación. Farfullaba constantemente entre dientes, movía la cabeza inquieto, pero aceptó. Sigue políticamente enfadado y molesto, pregunta si han llamado de Estrasburgo, pero no acaban de llamar aún, han pasado pocos días y supongo que un asunto tan serio como la autodeterminación de mi patio-lavadero por parte de un gato, y su posterior aceptación en la Comunidad Europea, llevará sus días por la complicación jurídica del caso, ya se sabe que puede marcar un precedente.

Le dije que a las diez y media me pasaría por el patio-lavadero a recogerlo, que estuviera preparado. Yo, por mi parte, me planché unos pantalones chinos de El Corte Inglés (29,95 Leuros), zapatos de Springfield (Oferta, 21,65 leuros) y camisa negra de Armando Latallé (24,50 leuros). El reloj dio las diez y media y fui al patio-lavadero, y allí estaba, puntual y preparado, observando inquieto la luna llena, enorme, que parecía querer envolvernos como una manta protectora.

- ¿Conoces la historia de Selene?. – Preguntó misterioso mesándose los bigotes.
- Claro que sí, recuerda que fui yo quien te regaló el libro estas Navidades… -

Eso si, no quiso que le pusiera ningún collar, correa o cadena, decía que atentaba contra su dignidad, sus principios básicos, y que era degradante al 100%. Así que tuve que coger en brazos seis kilos de gato vasectómico, una auténtica bola siamesa, máquina de comer, dormir, escuchar vinilos en un trasto viejo y leer casi todo lo que cae en su mano, miembro de varios clubs sociales de diversas raleas, nacionalista en el patio y comunista convencido en la calle… Me quejé que me llenaría la camisa de Armando Latallé de pelos, pero me aseguro que se había estado lavando y cepillando el pelaje toda la tarde.

Desde el momento en que nos montamos en el ascensor Michel se calló. No dijo nada al bajar esos seis pisos que él ya ha bajado en dos ocasiones en vuelos regeneradores, según él, accidentes evitables según el veterinario. Se quedó muy pensativo, abstraído. En el coche se sentó delante, junto a mí, no quiso ponerse el cinturón, también es destacable que le esta grande. Durante el trayecto miraba a todos lados, con un inusitado interés por todo:

Miraba los escaparates, la luna (que es el neón que brilla más) acompañada en el cielo por Orión, una chica pasear con un Yorkshire, una pareja que era atracada – ¡Qué Romántico! – por dos tipos con un vespino, que me sonaban bastante (uno de ellos llevaba una camiseta con la fachada de una iglesia románica), en la puerta de un restaurante chino, un hippie mendigo, peculiar, con pezuñas de cabra, tocando la flauta junto a una esquina (que nos miró con ojos extraños), unos becarios de Comunicación Audiovisual haciendo entrevistas a estas horas de la noche a un tipo junto a una ferretería, las televisiones de un centro comercial, como miles de ojos, que proyectaban un anuncio de un pub llamado “Roseburg” (tengo que ir algún día a ese sitio, para conocerlo) y el grupo que actuaba allí, los “Electro Poppins Jazzers” (creo que nunca los he visto, me acordaría de ellos)… Mientras, en la radio, en una emisora local, un tipo hablaba de “La Hilanderas” de Velázquez…

Llegamos, aparqué a la primera junto a la puerta, tuvimos una suerte bárbara.

- Ya llegamos Michel… -.

Pero Michel no me contestó, me miró curioso, y se dejó coger mansamente. La fachada del restaurante era de ladrillo visto, iluminada con dos focos de forja imitando a dos manos que sobresalían de las paredes portando antorchas, muy original. Una enorme puerta negra, acristalada mate, coronada con un arco de medio punto cuyas dovelas tenían motivos geométricos labrados, nos daba la bienvenida. Justo encima de la puerta, un luminoso destacaba con letras blancas (Times New Roman): “Angello´s”. Abrí la enorme puerta, y ante nosotros, se mostraba, majestuoso Angello´s. El restaurante era precioso. En primer lugar, el hall. A la derecha, un recepcionista uniformado, de pie junto a un iluminado atril, a la izquierda se intuían las puertas de los servicios, de madera labrada y pomos de bronce. Y justo enfrente de nuestras narices, se desarrollaba el gran salón. Pintado de rojo, sus paredes tenían un profuso horror vacuí de fotografías y cuadros de todo tipo, en un primer golpe de ojo vi un retrato de Ray Liotta con chaqueta gris, firmado, una foto de De Niro con sombrero Bogart, un fotograma de Al Pacino en Scarface, Joe Pesci y su inimitable pose, Clint Eastwood con el poncho, el cartel de “Sopa de Ganso” de los Hermanos Marx, una foto de James Dean con otro tipo y el lema “Make way for the bad guys”…

Sus mesas, de dos o cuatro miembros, tenían elegantes manteles blancos, bordados en las puntas, había tres o cuatro parejas silenciosas, y un par de tipos solitarios comiendo en ellas, bajo la luz de tres enormes candelabros de arañas iluminados por bombillas de bajo consumo que imitaban velas derretidas (7,90 cada una en Store), cosa fina. Las sillas de madera de roble, intuí, estaban labradas con los mismos motivos que la puerta de los servicios, y que – ahora me daba cuenta – las dovelas de la puerta principal. Elegantes y erguidos camareros, cruzaban el Salón raudos, pero en silencio, sirviendo toda clase de platos. Por el hilo musical Miles Davis nos recordaba que estábamos allí.
Michel miraba todo con admiración, sus enormes ojos parecían platos azules, su curiosidad lo mantenía en silencio, intentando captar todos los detalles de la escena, pero no emitía ningún sonido ni de critica, ni de admiración, por su triangular boca.

- ¿Le puedo ayudar en algo?. – Preguntó el recepcionista.
- Si. Buenas Noches. Tenemos reservada mesa para dos. – Contesté.

La pareja cercana paró de comer y nos miró furtivamente, se les veía inquietos. Ella, una rubia de pelo corto y camisa blanca con una pequeña M grabada en el ribete (29,90 Euros en Esfera), le susurró algo a su acompañante. Él vestía camisa azul celeste y pantalones vaqueros, zapatos marrones con líneado ocre. Quizás nos habían reconocido a Michel y a mi de alguna Perfomance Artística, (las autoridades siguen insistiendo en que no son perfomances, sino escándalos públicos, que sabrán ellos del neodadaismo…).

- Perdone Señor. Pero está prohibida la entrada a los animales. –
- ¿Qué animal hay aquí?, pregunté extrañado.
- Su gato Señor. –
- Michel no es un gato cualquiera, está harto de ir a sitios, de viajar… Ahora le ha dado por leer a Dostoievski… - Protesté.
- Lo siento Señor… -
- Díselo tú Michel, di algo, explícale a este señor lo de la cena de esta noche…-

Pero Michel tenía un ojo medio cerrado, y el otro totalmente abierto (a veces se empeña en imitar a Picasso con su ojo almendrado en el Retrato de Praga, pero este no era momento ni lugar) y se lamía tranquilo su pata derecha, pasando de toda la escena. Al fondo del Salón vi a Tomás Polichiollo huyendo precipitadamente por la puerta de la cocina mientras levantaba y agitaba el puño, quizás haciendo un gesto solidario de compañerismo político-social con Michel. Las personas del Salón, camareros incluidos, nos miraban curiosos, sorprendidos, alguno hasta se santiguó, momento en que Michel bufó, y supe que estaba por dar el espectáculo, le había dado por no hablar, por pasar por un gato absurdo y tonto, por un felino normal y corriente. Así que disculpándome, desee buenas noches a los presentes, y salimos con el estomago vacío del local, me dirigí al coche precipitadamente, lo senté en el asiento de atrás, y volvimos a casa.

En todo el trayecto de vuelta no le dije ni una sola palabra. Me había puesto en ridículo, se había portado fatal. Ni siquiera le puse a Punset, con lo que a él le gusta, en la radio. Llegamos a casa y lo solté al suelo.

- Te has portado como un gato recién nacido… Bochornosa escena…- Le clamé.
- No me gustaba el sitio. – Me dijo en un susurro… Cogió su libro de Dostoievski, y se fue al arenero.

Arriba, sobre el cielo del patio-lavadero, la luna, como reina de la noche, seguía observándonos, incrédula, pero protectora…

8 comentarios:

firmin dijo...

Me imagino que sea un capítulo más de tu futuro "Historias de gatos con personalidad, acusada". Precioso como siempre, de veras. Y lo de que la luna sea el neón que más brilla...Consigues muy bien los ambientes,resultan envolventes y cálidos. Saludos.

La Pequeña Candi dijo...

Tengo que confesarte que me estoy enganchando a las "Crónicas gatunas" ¿para cuando la peli?... Michel IV está empezando a ser uno de mis ídolos.
Qué pena que tu Michel y mi Rosita estén castrados, sino ibamos a comenzar una raza mejorada en el mundo felino... ahora los pobres se tendrán que conformar con una relación epistolar.
Un beso a los dos!

Duncan de Gross dijo...

Gracias!!, ;-) Si las dos habéis seguido los anteriores capitulos vereís que hay algún que otro guiño...

Lupe Montero dijo...

Estoy con Candi, las Crónicas de Michel enganchan, sí señor. ¿Para cuando alguna historia de los Michel anteriores...? Besos gatunos.

Black Cat dijo...

Bravisimo!. Una de las mejores. Me han encantado los guiños del paseo en coche.

Es literatura y de la buena tio. Me encanta. Deberías ir introduciendo poco a poco personajes nuevos como Tomas Polichiolo, que me encanta, y poco a poco vas a ir dando vida a todo un universo propio maravilloso. ¿Que tal ese hippy fauno flautista?

Un abzo y no dejes de llegarnos al alma con estas historias.

Duncan de Gross dijo...

Uff, Lups, no sé ni como se desarrollan las historias, van surgiendo así, quizás cuente alguna de los demás Michel, para mi, el mejor es con diferencia Michel III, era un tipo encantador, y lo echo de menos...
Muchaaaas Gracias Black Cat!!!, me animas un montón pájaaaarooo!!, de veras, mil gracias ;-)

Anónimo dijo...

Cada vez más loco y surrealista y al mismo tiempo genial jajaja. A mí al contrario que Candi, Michel cada día me cae más gordo. Unos 8 Kg ya jajajaja. Tienes que suavizar un poco la radicalidad ideológica del personaje :P

Por cierto, cuando describes a toda la fauna callejera que os encontrais camino al restaurante jeje (con todos esos guiños), sólo te ha faltado cantar al final eso "Todos menos tú" jeje.

Ta otra páaaaajaro!!

Duncan de Gross dijo...

Bueno Carls, el personaje cae bien a algunos y mal a otros, jejeje, pero es que Michel puede llegar a ser así de radical, que se le va a hacer... ;-) Celebro que te gusten sus historias.