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sábado, 19 de abril de 2025

Capitán América: Brave New World (Marvel, 2025)

 

      Lo reconozco: A pesar de la promo que le dieron desde finales de año, no fui uno de los que fue al cine a ver la nueva entrega cinematográfica del “Capitán América”, icono marvelita donde se precie, este pasado mes de febrero cuando se estrenó, y que salvó lo invertido a pesar de las críticas.

        No, la verdad es que pasé bastante del tema, primero porque por lo poco que saqué en conclusión de las promos, de los avances en cines y de los mentideros, es que era casi más una película de Hulk, o de nuestro Hulk Rojo, más que del Capitán América, y posteriormente, porque las últimas películas de Marvel-Disney me han dado la sensación de que tienen más envoltorio que otra cosa.


        Estamos de acuerdo que los años pasan, los personajes deben evolucionar y cuando vimos a Sam Wilson agarrar el escudo del Capitán América, y la miniserie del 2021, “Falcon y el Soldado de Invierno”, sabíamos que venía una nueva fase marvelita, ¿Mejor que la que habíamos visto hacía una década? Quizás no, pero lo que estaba garantizado es que venían curvas, baches y cambios de dirección que no todos íbamos a entender o disfrutar, eso estaba claro…

        Quizás sea, que muchas veces lo he comentado, que mi visión de Boomer no me haga ver las cosas con claridad, y que si tuviera cuarenta años menos, posiblemente la vería o la apreciaría de otra manera, pero después de haber visto esta nueva producción del “Capitán América”, tengo que reconocer que tiene sus momentos entretenidos, basados fundamentalmente en todos los efectos metidos por metro cuadrado, pero que también a ratos me ha parecido estar viendo un anuncio de juguetes con un Capitán América que tiene su escudo, la tecnología Stark, y al que le clavan cuchillos, le tiran granadas y bombas y le dan tiros y es prácticamente invulnerable e indestructible, y cuyo mayor morbo y gancho es siempre un Hulk, sea verde, rojo, violeta o con todos los colores del arco iris…


        Porque… ¿A quién no le gusta un buen Hulk? Los Hulks son como los baptisterios y los imperios romanos del S.I, ¿A quién no le gustan? Sam Wilson no es desde luego Steve Rogers, y eso es algo que está claro desde el primer minuto. Es un querer y no poder, un intentar justificar, pero no llegar.

        En la narrativa, me he llegado a perder un poco, pero reconozco mi culpa, ya que no vi “Eternals” en su día, y lo de la isla celestial, que me sonaba a “Castillo en el Cielo”, me trastocado un poco hasta que me he puesto en antecedentes.


        La película comienza con nuestro Capitán América y Joaquín Torres, el nuevo Falcon, en una misión en Oaxaca (México) donde vamos a conocer a uno de los malos, Giancarlo Esposito, como no podía ser de otra manera. El mundo está tensionado, a pesar de que no hay aranceles y nadie conoce a Trump, pero ha aparecido un nuevo metal, el adamantium, que es el metal del que está hecho el exoesqueleto de Lobezno, y que supongo que dará paso a la introducción en un futuro próximo, de los X-Men.

        El caso es que hay potencias interesadas en su control, un tanto elegidas al azar: Japón por cercanía, que ya han dado un primer paso. India, Francia y supongo que San Marino. El resto del mundo no existe, y ni falta que hace.


El presidente Thaddeus “Thunderbolt” Ross, que es un Harrison Ford que a veces da la sensación de que se está preguntando: Dios Mío, ¿Qué carajo hago yo en esta producción, como llegué aquí?

 Propone un tratado justo y equitativo entre las cuatro naciones que conforman el mundo conocido para evitar conflictos. Nos lo repartimos todos como buenos hermanos. Es típico de los gringos, y a mí me causa risa y estupor cuando veo estas cosas, porque habrá gente que se las crea y todo.


 Pero la reunión en la que Ross explica sus planes a los dignatarios internacionales termina a tiros. Varios soldados y guardaespaldas son manipulados para disparar contra otros, incluyendo a Isaiah Bradley, el supersoldado del programa original, que acaba de cumplir ciento y pico de años.

Nuestro Sam, que está presente en el acto, actúa con rapidez, pero no puede evitar que quieran encarcelar a su amigo Isaiah, que una vez fuera del control mental, lo último que recuerda es haberse bebido un Cola Cao en el 53.


Entonces, nuestro Capi, que tiene las mismas luces que un Seat Panda, y Robin, digo, Joaquín Torres, dan con la pista de nuestro villano rápidamente. Un tipo que ama las estadísticas y se hace la raya al medio, Samuel Sterns, que ya salió en el Increíble Hulk de 2008, por eso, esta película es más Hulk que otra cosa, entre enemigos, novias y pastillas gamma de venta en farmacias.

El tipo, cada vez que pone la canción “Blue” de “Eiffel 65”, maneja al personal a su voluntad, y lo mismo les manda comprar al Mercadona, que liarse a tiros. La resaca después hace que te duelan hasta las cejas.


¿Quiere dominar el mundo? No, quiere llamar la atención. Hace quinielas y te saca las probabilidades de que te toque la bono-loto. Es el camello del presidente Ross y quiere vengarse de él por traicionarlo en el pasado. Ross, que ha estado tomando pastillas gamma por el colon irritable, tiene una dolencia cardiaca, y la prensa hace que se transforme en Hulk Rojo, manteniendo una lucha épica contra Sam Wilson cuando al Ross transformado le da por reformar la Casa Blanca a trompadas.

        En resumidas cuentas, eso es la película. ¿Hay que verla? Hombre, si eres un fan marvelita la verás. Yo me alegro no haberla visto en el cine, o hubiera quemado la sala. Entretiene, pasas el rato, dura una hora y cincuenta minutos, pero no es de lo mejor ni por asomo, de la franquicia. Al final tenéis una escena post-créditos en plan: Yaaa estáaaan aquíii, y te haces una idea de lo que se vendrá…

        ¿Nota? Un 5 raspado. Por los efectos, por las tonterías de Robin, digo, el nuevo Falcon y por demostrar como la prensa puede transformarte en un Hulk. Bravo por esa prensa cojonera, así siempre con todos los políticos, del color que sean…

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