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miércoles, 27 de julio de 2022

El Agente Invisible (Netflix, 2022)

Atención, como viene siendo habitual en este blog, algo inherente en mí, voy a rajar de la película exponiendo revelaciones o spoilers, como quieras llamarlo, que pueden fastidiarte la narrativa... Avisados, avisadas...
 

        Quizás una película que ha costado doscientos millones de leuros, rodada en no sé cuántas localizaciones y con el “Capitán América” haciendo de malo, merezca otro tipo de críticas o incluso más líneas en un simple blog de Tercera División… Pero, sinceramente, yo creo que no.


        “El Agente Invisible” (2022) ha venido promocionada como la película más cara de Netflix, con un reparto que incluye a la guapísima Ana de Armas y que trae de protagonista a Ryan Gosling, que es un actor que es ideal para actuar de macetero en cualquier obra de teatro infantil de cualquier colegio de Extremadura, y no lo lleves mucho más allá.


        Y es que, no se trata de que el protagonista sea guapo o esté cachas, se trata de que el tipo te convenza de lo que hace, que te llegue y que te digas “Lo clava, macho”, y aquí no es el caso.


        “El Agente Invisible” es una mezcolanza de mil quinientas películas ya vistas, desde las de James Bond hasta las de Jason Bourne y todas las que haya hecho Jeremy Renner hasta la fecha, y tantas otras típicas y tópicas del género de espías, acción y chicas guapas mediante, sin obviar carros espectaculares y localizaciones del copón bendito, Amen.


        En la narrativa tenemos a Ryan, con la voz de Luis Posada (el hermano de “Deadpool”), que es como ponerle unos alerones de un Bugatti a la Vespa de tu abuelo. El tipo, nos cuentan que se cargó a un “malo”, y por ello es reclutado por un servicio secreto que lo entrenan y lo convierten en una máquina de matar, tanto física como mentalmente con una mirada de su careto. Su nombre en clave es “Sierra Seis”, y en una misión se entera que ha matado a “Sierra Cuatro”, el cual, antes de morir y reencarnarse en una morsa en el Zoo de San Francisco, le entrega un pen encriptado con MS-Dos que contiene información sobre sus jefes, que los quieren eliminar a todos y aprovechar el dinero de la subvención para montar una cadena de helados al lado de la “Gelateria” de Terence Hill en Italia.

        El tipo, desde un principio, ya se pone chulito cuando le llaman los jefes preguntando por el pen drive y por si puede traer comida china a la vuelta, lo cual hace que se despliegue un operativo más grande que el de la separación de Shakira, capaces de acabar con rusos y ucranianos en una tarde de domingo, y con el “Capitán América” a la cabeza, que se ha dejado un bigotito a lo “Alemán años cuarenta”, que multiplica su mala leche.

        Por donde va pasando, Ryan deja un reguero de cadáveres, que hace las delicias de funerarias, chapistas y oficinas del Paro, y en la ruina a diversas agencias de Seguros. Tras varias batallitas, algunas muy espectaculares, todo hay que decirlo, nos viene el “Final Boss”, y ya te puedes imaginar como acaba (acertarás).

        Película previsible, de poco más de dos horas, a la que le sobra media hora o mejor aún, cuarenta minutos, de metraje, para contarte lo mismo. Hay una subtrama con una cría de por medio, que es perfectamente prescindible, y el final espero que sea, realmente, el final final final… Y no nos castiguen con una segunda parte o algo parecido…

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