No es la primera vez que
me leo un libro de Zygmunt Bauman. De hecho, ya por aquí, os he dejado mi
opinión sobre “Extraños
llamando a la puerta” (2016), y “Retrotopía”
(2017). Con “Vida líquida” (Paidós, 2013), me he tirado todo un mes. No ha sido
porque el libro sea excesivamente largo, aunque si es cierto que es el más
extenso y completo de los que me he leído de Bauman, sino porque ya expone
muchas ideas de su visión del mundo actual (Bauman falleció hace relativamente poco,
en enero de 2017), y define, por fin, su famosa teoría sobre la vida o
modernidad líquida, refiriéndose a estos tiempos de cambios, adaptación y
quiebros que da la estresante vida que llevamos.
Bauman critica,
ferozmente, en este libro, el individualismo. Postulado que puedo llegar a
comprender, pero que no comparto. Y pone ejemplos muy claros de ese malvado
individualismo, donde cada uno piensa en lo suyo, “todo se ha individualizado”
llega a afirmar… Frente a la colectivización de un pasado que añora, y que a mi
me da escalofríos, pues bajo esa colectivización llegaron a morir varios
millones de seres humanos, dato que Bauman, inconscientemente o no, obvia.
Coincido en la estupidez
de una sociedad consumista e infantil que se devora a si misma, su visión y
definición dan en el clavo, describe perfectamente el síndrome consumista de
excesos voraces y algunos rasgos urbanitas que se han desatado en llevar una
vida rápido y fugaz, donde hay que gastar por encima de todas las cosas, pero
huyo de sus posibles soluciones a través del marxismo, que es lo que, en
definitiva, nos propone en las páginas finales del libro (donde se le va un
tanto “la pinza” reflexionando sobre Arendt, Adorno y otros teóricos de la filosofía
de su tiempo), porque el capitalismo es realmente dañino, pero el marxismo
norcoreano está muy bien si eres una abeja o una hormiga. Claroscuros en su
obra, creo. Aún así, leer a Bauman (aunque yo no coincida con sus ideas) es
siempre interesante.
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