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jueves, 15 de agosto de 2024

The Paradox Effect (2023)

 

         ¿Te apetece ver una película, que tenga como cebos a Olga Kurylenko (que por cierto, está en sus horas más bajas) y al octogenario Harvey Keitel (que se podría haber ahorrado su participación por mera reputación), rodada en Bari (en Italia) y en la que no se ve absolutamente nada en ¾ partes de su metraje?

Pues si es así, “Paradox Effect” es tu película. Una película que ya os adelanto es mala de narices, bastante aburrida y en la que Harvey Keitel sale un total de cinco minutos si unes todas sus actuaciones de un desastroso metraje de una hora y veinticinco minutos…


       Rodada en tres semanas y media, “Paradox Effect” basa su narrativa, casi toda ella, en el transcurso de una noche. Estamos en Bari, y Karina, Olga Kurylenko, es una ex-drogata que trabaja en un restaurante de ñorda, donde tiene que aguantar a un jefe malévolo como él solo, que la menosprecia y la hace currar horas y horas.

       Karina vive y trabaja en Italia, pero no habla italiano, solo inglés, no me preguntéis el por qué, cosas del guionista que parió esta narrativa cuando estaba con una crisis de colon irritable. Esa misma noche, espera la llegada de su hija de once años, que viene sola en un avión y llegará a las cuatro de la mañana… Lo sé. No preguntéis.


        Justo cuando salía del trabajo por la puerta de atrás, es testigo de un tiroteo y un intento de asesinato. Ella huye en su Alfa Romeo de hace 50 años, matrícula de Badajoz, y el tipo la persigue en un scalextrix, un circuito cerrado de tres calles donde no hay más coches, ni gente, ni perros ni gatos callejeros. A la cuarta vuelta, ya aburridos de dar vueltas, ella es secuestrada por el tipo, que anda herido y que la obliga a pedir Betadine, tiritas y unas pastillas Juanola de una farmacia, donde la farmacéutica es tiroteada, pero que no parece darle mucha importancia al tema, porque le envuelve todo para regalo.

        Todo esto te lo tienes que imaginar, porque es de noche y no se ve un carajo. Se ve menos que en un Club de Jazz a las tres de la mañana, donde todos sobreviven con una bombilla de 25 watios.


         El tipo resulta ser un policía corrupto, cuyo hijo está secuestrado por un mafioso de traje impecable y puro perpetuo, Harvey Keitel, pero que vive con sus esbirros en una especie de garaje o taller abandonado, frecuentado por ratas de alcantarilla, un lugar poco estiloso para un mafioso que se precie desde luego.

       Y todo esto es retransmitido casi en directo por un misterioso locutor de radio, como en la película “The Warriors”, mientras el personaje del mafioso, Harvey Keitel, va soltando discursos pseudo-filosóficos, estando en poder de los dos críos, la hija de Karina y el hijo de Covek, que es el policía corrupto, y sin soltar risa diabólica ni nada. Una pena.


       En definitiva: Película bastante patética, mala como ella sola, más mala que pegarle a un padre que dicen en mi tierra, mala como un tren extremeño, más mala que la mojama, que me ha obligado a bostezar sonoramente en varias ocasiones, y que pasa del miedo y odio de Karina hacia su secuestrador, a la colaboración más estrecha, lo cual no la hace nada creíble. Lo que une una metralleta, que no lo separe el hombre.

       No sé cual habrá sido su presupuesto, porque no me he molestado en buscarlo, pero seguro que no es más que lo que me gastó en café en un año. Por cierto, no os fieis del póster de la película, nada que ver esta composición. Otra burda manera de engañar al incauto espectador.

       ¿De nota? Un tres y estoy siendo muy benévolo. Mi consejo: Os la podéis ahorrar perfectamente. A mi me ha subido las dioptras y la tensión ocular, así que cuidado...

2 comentarios:

El rincón de Marlau dijo...

Si dices que no merece la pena, no la anotamos.
Besos

Duncan de Gross dijo...

Hola!!, Ni se te ocurra verla. Mil Gracias por estar ahí, ver y comentar!! Gracias!!!